GLORIA MARTÍ (*)
Simplemente seamos algo más que simples animales ¿y por qué?, ¡porque podemos hacerlo!… Resulta que los seres humanos, en nuestra evolución hemos llegado un pasito más lejos con respecto a otros animales. La evolución de nuestro cerebro ha ido más allá incluyendo la razón. Pero no es suficiente con tener un cerebro más desarrollado si no lo utilizamos. Nos ha servido tanto razonar a lo largo de los siglos que no hemos hecho más que evolucionar en este sentido, dejando de lado otras facetas nuestras también muy interesantes. Este desarrollo de la razón se conoce como inteligencia, ¡pero ojo!, la inteligencia no es sólo la razón; no todo es memoria, información y cálculo… eso es sólo la mitad de la inteligencia y nuestro problema es que hemos abandonado el desarrollo de la otra mitad de la inteligencia, de esa parte que en un principio de nuestra evolución fue la más importante (la emocional). La educación debe incluir entonces, una faceta emocional.
Ser emocionalmente inteligente no es dejarse llevar por las emociones ni tampoco reprimirlas, sino adaptarlas a la situación que las hace surgir, para dar una respuesta realmente ajustada, útil y valiosa. Esta adaptación se realiza con colaboración de la inteligencia racional por lo que básicamente se trata de que ambas partes del cerebro trabajen en equipo. No es necesario elegir entre ser racional o emocional, seamos emocionalmente inteligentes. Pensemos en nuestras emociones y vivámoslas, pero no salvajemente como lo hace un animal irracional, porque nosotros no somos irracionales; utilicemos eso que tenemos de más (la razón) como filtro por donde pasar y procesar la información emocional, porque podemos hacerlo. Siendo animales somos emocionales, siendo humanos somos racionales y siendo personas, somos emocionalmente inteligentes (unión de emoción y razón).
No reprimamos ninguna emoción, pero tampoco nos abandonemos a ella; igual que se puede aprender de los errores, se puede hacer con las emociones tanto agradables como desagradables. Con las agradables es fácil, pero pensemos también en lo que cualquier emoción desagradable puede aportarnos de bueno; todas pueden hacerlo si se las sabe analizar y valorar, para responder habiendo aprendido a hacerlo, no por ciego instinto que muchas veces nos hará estrellarnos.
Empecemos a pensar un poco qué puede tener de bueno la rabia, el miedo, la tristeza, el asco… para poder encauzarlas y utilizarlas.
(*) Psicóloga.