[Copy of] Madrugar, cuestión de biología

INÉS ROIG (*)

Levantarse pronto por la mañana, es una costumbre que nuestra cultura vincula a la laboriosidad y a las buenas cualidades morales; hacerlo tarde, en cambio, representaría justo lo contrario. Pero ¿y si lo de madrugar o trasnochar no fuera una cuestión de moral sino de biología?

Cuando amanece aumenta la presión arterial y cesa la secreción de melatonina. La temperatura corporal empieza a subir y aumenta la glucosa. En los hombres, también se produce un pico de testosterona. El organismo se prepara para un nuevo día. Teóricamente es el momento ideal para levantarse. Una hora después aumentan los movimientos intestinales porque el cuerpo se prepara para tomar un buen desayuno. En cambio, por la noche se produce un descenso de la temperatura corporal, aumenta la secreción de melatonina, se produce la mayor intolerancia a la glucosa y disminuye la presión arterial. El ritmo cardíaco baja y la respiración también.

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La vida transcurre en un entorno cíclico de luz-oscuridad y en consecuencia, las principales funciones biológicas y psicológicas son rítmicas, es decir, cambian o suceden de forma regular y periódica. Es lo que se conoce con el nombre de ritmos biológicos.

Según en que momento del día la persona está más activa, en plenas facultades y se encuentra mejor se dividen en dos cronotipos distintos, que en términos coloquiales se dividen en alondras y búhos. Las alondras son personas de día y los búhos, personas de noche. Los estudios concluyen que quienes madrugan están impregnados de emociones positivas, sus personalidades son más estables y gozan de buena salud. En cambio, los noctámbulos tienden a la depresión, llevan una vida más disoluta, es más fácil que abusen del alcohol y otras sustancias adictivas y, en consecuencia, su salud se resiente.

Los matutinos son más realistas, más racionales, más rígidos y más conformistas. Los vespertinos son más extravertidos y tienden a ser menos estables emocionalmente, son más imaginativos, más emocionales, más creativos y más discrepantes a la hora de seguir las normas y las pautas sociales.

Una cosa es el reloj biológico que establece los ritmos y las tipologías mencionadas, pero hay otras variables que pueden tener su origen en una causa genética o cultural. Lo ideal sería que una persona pudiera vivir de noche o de día según sus ritmos y preferencias; sin embargo, la sociedad, en general, está más orientada a la mañana que a la noche. El reloj físico/social, es decir, el reloj de muñeca, es común para ambos tipos de personas y generalmente, este reloj es más favorable a las personas matutinas (horarios escolares, laborales, etc…). La vida se frena por la noche.

El sistema hormonal nos condiciona, pero nosotros también condicionamos al sistema hormonal. La clave reside en la automotivación interna. Tal vez no se puedan cambiar las circunstancias, pero si como afrontarlas. Está muy bien intentar reconectar con la naturaleza y sincronizarse con sus ritmos. Dormir por la noche y levantarse cuando sale el sol. Pero también es verdad que por la noche hay más tiempo para desarrollar la creatividad sin que nadie interrumpa, ni la familia, ni los amigos ni nadie. Es el tiempo de cada uno.

Pero hay que tranquilizarse, el 70% de la población no son ni alondras ni búhos, sino colibríes. Estos últimos se adaptan sin ningún problema, al menos pueden hacerlo sin problemas, a sus circunstancias.

Es cuestión de autogestión.

(*) Farmacéutica

 

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