Patricia Sentí Ribes ha dedicado toda su vida al baile. Empezó a los 9 años, en una época en que apenas había medios para bailar. Sigue haciéndolo con la misma pasión que el primer día. Dirige la Escuela de Danza que lleva su nombre, que este 28 de junio celebra la gala de su 30 aniversario. Por ella han pasado cientos de niñas y jóvenes. Algunas han llegado lejos. Otras, ya adultas, siguen bailando con ella. Lo suyo es vocacional. Y eso se nota.
PREGUNTA: ¿Vocación por el baile?
RESPUESTA: Eso va en el ADN. Mis padres me pusieron la primera música y me puse a bailar. A mí me mueve la danza desde que tengo uso de razón. No hay más. Es algo inherente a la persona. ¿Se nace o se hace? En mi caso es de vena.
P: Eso que empezó tarde.
R: Mis padres me buscaron una profe de danza. No había nada en Dénia. Me compraron un mallot y unas zapatillas que destrocé en casa. Iba a solfeo, música, piano, pero no a ballet. A los nueve años, empecé en la Casa de Cultura con Elena Dunn. Con ella, dentro de la precariedad de la época postfranquista, toda la cantera a la que pertenezco tuvimos suerte. Empecé tarde pero cuando una con nueve años se lo propone, llega. Yo tengo niñas que han empezado con dos años y medio o tres y las saco al escenario en la gala. A algunas las tenemos toda la vida. En los 30 años de la Escuela de Danza Patricia Sentí hemos sacado muchas canteras. Lo que hacemos las escuelas privadas tiene mucho valor. Tengo gente de 30 o 40 años, que empezó conmigo y continúa bailando conmigo, Ester Moya, Susana Nuez…
“En momentos difíciles, la danza te rescata”
P: ¿Qué le ha aportado la danza?
R: Todo. Es mi vida. Comentaba con mi amiga Silvia Ortiz que nosotras no podemos hablar de jubilación. Donde empieza Patricia acaba la danza, donde empieza la danza acaba Patricia. Y en su caso y el arte, lo mismo. El baile te ancla la vida, en momentos maravillosos te la exalta y en los que no lo son tanto te rescata. Cuando falleció mi madre lo pasé muy mal; te das cuenta de que te faltan los dos y tienes una sensación de orfandad que es terrible. En esos momentos la danza te rescata. Y al margen de ello, es una forma de expresarte, de vivir, de cuidarte… una forma de vida. Como dijo Rudolf Nureyev, ‘son mis alas, es mi cárcel’. Siempre les digo a mis alumnos que todo fluctúa en la vida, el dinero va y viene, los amigos también… pero todo lo que pones dentro de la mochila, sea la danza, tocar un instrumento o un idioma, no te lo quitará nunca nadie. En momentos complicados, es un arma a tu favor. Pero al mismo tiempo es un yugo, porque siempre eres prisionera de tu propia pasión. Yo no puedo escapar de la danza. Es angustioso vivir con esa dicotomía.
P: ¿Es complicado llegar lejos?
R: Yo quería hacer la carrera de danza, pero a finales de los 80 en España era imposible vivir de la danza. Lo sigue siendo ahora. No hay medios. Mis alumnos continúan yéndose fuera. Yo tuve mucha fortuna, en mi casa me apoyaron al cien por cien, estuve en las mejores escuelas de España, con Víctor Ullate en Madrid, me han dado becas, he estado en Moscú, en Inglaterra… Me he podido formar. Pero de ahí a estar en una compañía… Y en España no hay compañías estables
P: Sacrificios y renuncias, por lo que veo.
R: Una vida de abnegación absoluta. Te dejas la vida, la familia… Estoy más horas con mis alumnos que con mis hijos. Yo veía a mis hijos a las nueve de la mañana cuando los dejaba para ir al cole, de 24 en 24 horas, porque vuelvo a casa a las once de la noche. Cuando paso por delante de la Academia Manuel Lattur me da alegría, veo que aún tienen la luz encendida y pienso que todavía hay quien acaba más tarde. Pero la vida te da para todo, para salir y disfrutar de los hijos. Sarna con gusto no pica, sí. Pero sacrificio, mucho.
P: ¿Cuesta superar el miedo escénico?
R: Va a días. Nunca pierdo el respeto por el público. Sin el público no serías nadie. En diez años fuimos cuatro veces a Cholet y actuábamos durante cuatro o cinco días seguidos. Ahí me di cuenta de que al que hacía tres era distinto. Quien está en una compañía profesional actúa ante el público de forma continuada. En el caso de mis alumnas, lo hacen de gala en gala y en algún certamen. Siempre están nerviosas. Pero el miedo escénico nunca se pierde del todo.
P: Bailarina y coreógrafa.
R: La parte académica es muy bonita pero la artística, la coreografía, es lo que más me gusta. Hay un antes y un después de George Balanchine. Fue el precursor de la danza neoclásica y dejó un legado increíble. Me ha inspirado más que nadie. Cuando entras en las nuevas eras, cuando pasas del siglo XX al XXI, buceas y conoces a nuevos coreógrafos. Yo he cambiado mi forma de coreografiar gracias a ellos, que son quienes me inspiran. Aquí tenemos a Nacho Duato. Con todos mis respetos, hice una emulación de su canto al Mediterráneo, Arenal, que cuadra mucho con mi personalidad. Vas inspirándote en los grandes. En la escuela hablamos de mis coreografías ‘vintage’, las que hice hace treinta años, que las saco este año en la gala. Pero mi evolución, porque no dejas nunca de estudiar, me lleva a las nuevas tendencias en contemporánea, que es lo que más te seduce y donde eres más libre a la hora de coreografiar.
P: ¿Siguen siendo las compañías del este un referente?
R: Los grandes templos de la danza clásica estaban en la antigua URSS. Allí hacían un filtro tremendo y formaban a los mejores. Con la caída de la URSS nacen muchas compañías que aprovechan esa ‘marca de la casa’, pero que no son lo mismo. La calidad es otra.
«España está produciendo los mejores bailarines del mundo»
P: Tamara Rojo es una de las bailarinas españolas más reconocidas.
R: Las mejores compañías están llenas de españolas. España está produciendo los mejores bailarines del mundo. Tamara Rojo fue compañera mía en el Centro de Danza Víctor Ullate en Madrid. Estuvo en The Royal Ballet, fue primera bailarina del English Nacional Ballet y ahora es directora artística del San Francisco Ballet.
P: ¿Hay edad para el baile? Alicia Alonso bailó durante toda su vida.
R: Y estaba ciega. Murió con casi cien años y bailó y dio clase hasta casi el final. Puedes hacerlo. Depende de cómo estés y te hayas cuidado. También de que no hayas parado nunca. Yo no he parado. Estoy muy en forma.
P: ¿Por qué los niños mayoritariamente siguen queriendo ser futbolista y las niñas bailar?
R: Porque la danza requiere una sensibilidad que el fútbol no. Y la sensibilidad se asocia con el género femenino. Hay hombres muy sensibles que bailan. Pero son muy pocos y por ello los tratan muy bien, tienen grandes apoyos. La carrera de danza es una carrera de ricos, entre comillas. Y los chicos son los grandes becados.
P: ¿Profesionalmente, con qué ha disfrutado más?
R: ¡Uf! Es muy difícil. He disfrutado con todas mis coreografías. Podría quedarme con ese cambio de estilo que he mencionado. Fue cuando falleció mi madre. Hice una catarsis total. Monté una obra contemporánea con una vuelta de tuerca, con un estilo distinto, inspirada en todo lo que sentía. Los alumnos entendieron desde el primer momento ese nuevo lenguaje y cómo me sentía. Lloramos juntos. La coreografía, ‘Per Ana’, lleva el nombre de mi madre.
«En las academias estamos haciendo el trabajo más duro»
P: El panorama en Dénia ha cambiado, ahora hay varias escuelas de danza.
R: Gracias a todas las escuelas, que parten de la cantera de Elena Dunn, Emilia Pla, Obdulia Díaz…, hemos creado un nicho de mercado que no existía y estamos potenciando la danza clásica. Hay un movimiento brutal. Desde los conservatorios nos hacen la ola a las academias. Nosotros no filtramos, pasan toda la infancia con nosotros y es aquí donde hacemos el trabajo duro. Entran en el conservatorio ya encarrilados.
«Hay vida más allá de la danza»
Muy personal
P: ¿Ha bailado para disfrutar o para llegar más lejos?
R: No, no. Yo tenía que bailar. Estaba escrito. Es una necesidad física y espiritual.
P: ¿Con qué estilo se siente más a gusto?
R: Ballet clásico cien por cien. Es la base de todo. También disfruto mucho la danza neoclásica y contemporánea. En España se dice que el bailarín más completo es el que hace también danza española.
P: ¿La veremos bailar en la gala?
R: Me encantaría. Lo he hecho durante veinte años. Pero llevo muchas cosas, coreógrafa, directora, profesora… y bailar con ellas supone estar a un nivel físico brutal, que lo estoy. Es complicado. Le estoy dando una vuelta.
P: ¿Cuál ha sido su mayor reto?
R: La época de formación. La dificultad de cada curso, la dicotomía y las dudas. Compaginé los estudios con el baile. Fue difícil. Gracias a mis padres seguí adelante. Eran personas muy visionarias, de mente abierta. Me dieron todas las oportunidades.
P: En su casa había un piano.
R: Gloria, Ana y yo lo tocábamos.
P: ¿Y Massu?
R: ¡Iba a la OJE! (risas).
P: ¿Lo dejó? Usted, lo del piano.
R: Tenía un nivel medio que me permitía disfrutar. Pero o aparcaba la danza o aparcaba el piano.
P: Las hermanas Sentí son muy artistas.
R: Mi padre también. Y mi madre. Ellos fueron los que me inculcaron mi amor por la ópera.
P: ¿Le queda tiempo para los hobbies?
R: Poco. Me apasiona leer, el cine, caminar… mis hijos y la familia. Les dedico todo el tiempo que puedo. Hay vida más allá de la danza.
P: ¿Le confieren Les Rotes la paz que necesita?
R: La rota me salva la vida. Es mi pulmón del año. Llego después de la gala para pasar el verano y a la semana mi hermana dice que ya me ha cambiado la cara. Entre semana estamos tranquilos pero el fin de semana, la casa se llena. Como les gustaba a mis padres.