La educación es siempre positiva

GLORIA MARTÍ (*)

Ya hemos vislumbrado algo anteriormente sobre esta idea. Tengamos en cuenta que, cuando hablamos de educación, nos estamos refiriendo a algo perfectivo, positivo, que facilita el desarrollo personal y social de la persona, creando competencias en todos los ámbitos de su personalidad y de la nuestra, pasando por la inteligencia, la afectividad y la salud, entre otros muchos aspectos.
 Pero no basta con tener la oportunidad de educar, no basta con tener un hijo o una hija, al igual que para conducir bien no basta con tener un coche; es necesario que entre en juego la voluntad de querer hacerlo bien y la decisión de seguir siempre aprendiendo. Deducción: si la educación es positiva, uno con actitud negativa ante la vida, no actuará con mucha vocación educadora… ¡pero siempre se puede aprender!
 La educación es positiva, no puede ser de otro modo. Cuando desaparece en ella la cualidad de positiva no podemos hablar ya de educación, sino de otros conceptos como adiestramiento, adoctrinamiento, instrucción… no de educación, ya que ésta tiene una intencionalidad siempre de mejora de progreso, de perfección…
 Educativamente será igual de importante el desarrollo de la individualidad como el de la sociabilidad de la niña o niño; el desarrollo de la personalidad en general. No hay que olvidar que, al igual que otros animales, la persona es un ser social por naturaleza. No podemos vivir aislados porque solos no somos nada y por ello tenemos que aprender a relacionarnos con los demás y con nuestro entorno. Somos seres relacionales, sí, pero el cómo relacionarnos tendremos que ir aprendiéndolo en un proceso de adaptación al ambiente en el que vivamos. Enseñemos a nuestros hijos e hijas habilidades sociales, es algo muy importante. Y sobre todo cuidemos las nuestras, ya que somos, nos guste o no, modelos de conducta. Nuestras conductas serán imitadas en diversas situaciones.
 La persona es también un ser emocional, como muchos otros animales, y esa faceta debe también ser considerada y educada porque es la base sobre la que se construye todo lo demás, al depender de ella todos nuestros actos. Somos racionales pero también emocionales y tenemos que aprender a educar y dirigir nuestras emociones para que no se conviertan en obstáculos, del mismo modo que tenemos que aprender a educar y dirigir nuestra inteligencia racional.
 Se trata, en pocas palabras, de saber “ser”, “estar” y “hacer” en el mundo, para poder enseñar a “ser”, “estar” y “hacer” en el mundo.

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(*) Psicóloga.

 

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