GLORIA MARTÍ (*)
Los padres deberán “formarse” para afrontar esta etapa evolutiva. Hay que seguir las pautas de educación adecuadas para controlar y evitar el conflicto. Hay que leer libros sobre la adolescencia, mantenerse informados y pensar en la propia adolescencia, etc.
Aunque parece muy difícil conseguir en esta etapa de la vida de los hijos e hijas una buena relación, no es imposible y siempre podremos paliar un poco las consecuencias de la inevitable crisis en nuestra comunicación con ellos/as.
Es evidente que con unos padres autoritarios, que toman las decisiones unilateralmente, los hijos serán incapaces de hacer nada porque siempre tendrán miedo, y si la rigidez ha sido mucha, lo más probable es que la crisis de oposición del chico o la chica sea mucho más grave. No olvidemos que el temor y el miedo nunca han sido formativos. Debemos enriquecer su personalidad no anularla.
Aquellos que son superprotectores tampoco favorecen a los adolescentes que serán chicos tímidos, inseguros, incapaces de tomar decisiones, con un exceso de control paterno afectivo, que no es más que una forma de chantaje emocional.
El otro tipo de Padres permisivos o muy permisivos, igualitarios, hacen que casi no se distinga quien es quien. En realidad suelen ser padres inmaduros, que no asumen la responsabilidad de la educación, son despreocupados, negligentes, o con pocos recursos educativos… padres que por propia comodidad o por temor a ser impopulares ante sus hijos, mantienen actitudes de concesión constante. Ceden ante cualquier petición de los hijos. Esto es sin duda muy perjudicial, pues los niños crecerán sin patrones adecuados de conducta, no podrán identificarse con un modelo paterno y no podrán enfrentarse al mundo con la responsabilidad y la formación adecuadas porque sus padres no la han tenido.
¿Cuál sería pues el tipo de padres que pueden educar sanamente a sus hijos?, ¿qué postura es la adecuada para un buen desarrollo psicológico, emocional e intelectual del adolescente?
Los Padres moderadamente autoritarios: forman hijos con confianza en sí mismos, con altos niveles de autoestima y una independencia responsable. Valoran la autonomía pero también refuerzan la conducta disciplinada y ordenada. Saben decir no, dando las explicaciones adecuadas, mantienen una comunicación amplia y sincera, lo que disminuye las tensiones y por otra parte ayuda a que detectemos con tiempo los problemas que puedan presentarse, que de no encauzarse adecuadamente pueden ser muy graves. Alientan la toma de decisiones, dando los consejos adecuados, pero no imponiendo siempre su criterio. En una palabra son padres, pero no son inaccesibles, ni funcionan por el temor o el miedo, pueden sentirse muy cercanos, pero sabiendo la enorme responsabilidad que tienen sobre su educación.
(*) Psicóloga.