Desde hace unos meses, gracias a un par de amigos disfruto del placer de transportar perros desde protectoras o casas de acogida hasta sus nuevos hogares de adopción, al aeropuerto con el mismo fin o alguna vez al veterinario.
Otras veces viajo por España acudiendo a la llamada de quienes necesitan corregir algún mal hábito de su perro o dando charlas sobre la tenencia responsable de animales de compañía por un futuro sin perros abandonados.
En la mayoría de estos traslados cuento con el apoyo del sistema de coche compartido BlaBlaCar que, gracias a los pasajeros que viajan conmigo aportando pequeñas cantidades de dinero como apoyo al coste del combustible, quienes corren con los gastos de estos viajes ven reducidos los totales ya que estos aportes se descuentan de los costes finales.
Durante los trayectos es inevitable conversar con los pasajeros durante más de cuatrocientos kilómetros de travesía, cuando llego a la parte en que descuento del coste del viaje los aportes recibidos por los pasajeros ya me han dicho varias veces que podría decir que se habían apuntado menos o ningún pasajero y quedarme con la totalidad o parte del importe recibido en mi propio beneficio.
Otros pasajeros detectan un viaje que les interesa, saben que si parto desde Dénia seguramente en Facebook podrán encontrarme por mi nombre o foto que figura en BlaBlaCar, una vez localizado me envían un mensaje privado para de este modo apuntarse al viaje saltándose la plataforma que a su vez cobra un pequeño porcentaje por hacer la gestión entre el conductor y los pasajeros.
Algunos detectan por mensajes públicos en la plataforma BlaBlaCar la posibilidad de contratar tres plazas, hacen la reserva para una logrando de ese modo que la plataforma le deje mis datos, contactan conmigo y me dicen que las otras dos plazas las reservan saltándose la plataforma, así, de ese modo, se ahorran alrededor de tres euros por plaza, la comisión de la que hablaba.
Una vez realizado el primer viaje, si coinciden otras ocasiones me llaman directamente saltándose una vez más la comisión de la plataforma.
Obviamente, al principio me negaba a este sucio juego de listillos, pero comprobé que otros conductores lo aceptaban y el único que perdía era quien me hacía el encargo de viajar con un perro ya que no tenía suficientes pasajeros como para cubrir los costes del viaje.
De este modo, entre unos y otros, ejercitamos la picaresca nacional, saltarnos las más mínimas normas de ética dejando de lado y fuera de servicio precisamente un servicio que, al menos en este caso, cubre una necesidad que ningún transporte publico realiza a solamente el coste del combustible.
Total que, ni siquiera haciendo un trabajo en beneficio de un futuro sin perros abandonados, nos libramos de ser ruines listillos que vendemos nuestra dignidad por unos escasos tres euros.