Un historiador del clima en Xàbia. José María Fontana Tarrats (IV)

juan_bta_codina_basUn análisis del libro relativo al clima mediterráneo nos lleva a una conclusión que explica muchos de los aconteceres históricos: Entre 1500 y 1700 José María Fontana nos habla de ciertos periodos:

De 1500 a 1538 hay cierta normalidad climática aunque hay cuatro avisos: hambre en 1502; helada en Murcia en 1504, peste en 1507-09 y devastadora riada en Valencia en 1517.

De 1539 a 1580 hay un cambio evidente: fríos y nieves con grandes sequías, inundaciones, plagas de langosta, extremización continental seca.

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De 1580 a 1627 continuación e intensificación del periodo anterior.

De 1627 a 1661 sitúa tiempos de largo verano, más cálidos y graves sequías con tiempos árticos.

De 1661 a 1690 hay grandes temporales de lluvias y vientos con las habituales inundaciones alternando con ‘secas’.

Entre 1690 y 1700 hay cierta normalidad climática.

De esta síntesis constata, por ejemplo que los siglos XIV y XV, con tiempos cálidos y húmedos propiciaron, por ejemplo, el cultivo de la caña de azúcar; o cuando en 1590 se produce en Valencia un motín por falta de pan y harina en los hornos. Son cuestiones relacionadas con la climatología.

Queremos transcribir los tres últimos párrafos del texto mecanoscrito que nos facilitó su hijo: «Escribo estas líneas en la ‘naya’ de mi villita en el Cabo de la Nao, entrañablemente unido a las constantes naturales de este Levante mediterráneo, mar ilustre de Cultura, que veo chocando, blanda o violentamente contra las grandes rocas y acantilados calcáreos, mientras aspiro el aire perfumado por pinos, cipreses, acres adelfas y geraneos, agrios…

Me sorprende, precisamente hoy, la compatibilidad de todos mis amores regionales y locales (galaicos, norteños, castellanos, béticos y catalano-aragoneses); esta poligamia extrañamente compatible y solidaria, de hechos diferenciales y aun opuestos, de la cual brota una superior armonía pitagórica que se llama España.

Quizá sea lógico que estos pensamientos emanen en una región tan bella, mestiza, creadora, vital, afortunada… con lejana y noble historia, en cuyo cálido regazo gusta reposar mi asenderada y trotona vejez, con irresistible pasión fruitiva, quizá con el ansia fáustica de gozar del siempre nuevo y hermoso amanecer; de vivir, todavía…».

Tras estas palabras se esconde el hombre que, enamorado de Xàbia, puso el nombre de la villa en algunos de sus trabajos, en el epílogo de los mismos. Es una forma de ‘publicitar’ el nombre de esta villa en la que personas como nuestro historiador encuentran el remanso adecuado para culminar sus estudios o sus obras. ¿Cuántos personajes se esconden sin esconderse, o lo han hecho, entre estas montañas y tierras, buscando paz y calma, huyendo del mundanal ruido de la corte, de la urbe, del atosigamiento cotidiano, para encontrarse así mismos, para elucubrar teorías o crear, para plasmar en el lienzo de la vida sus trazos y culminar la pintura que comenzaron? Son muchos, pero hay que buscarlos para encontrarlos, porque si no se buscan, no se encuentran ya que su humildad les impide manifestarse, porque el sabio es humilde por descontado.

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