Ya hemos hablado mucho de las bibliotecas y de los archivos. Cada lugar al que he acudido para buscar algún dato ha sido un cúmulo de experiencias y de enriquecimiento personal. Cada lugar tiene su interés particular y a modo de ejemplo, pasear por el claustro de San Miguel y de los Reyes (Magos), hoy sede de la Biblioteca Valenciana, con un libro entre las manos, oyendo el piar de los pájaros o el rumor de las hojas de los árboles o el silencio (que también se oye) le hace a uno remontarse a épocas del pasado e imaginarse deambulando con otros monjes o participando en aquellas tertulias que hacían los peripatéticos con Aristóteles en la antigua Grecia mientras paseaban por los templos griegos.
Nos queda hablar de Internet, porque hoy, es una herramienta eficaz, si se sabe utilizar bien. Y lo hablaré como medio de investigación y no como medio de relación social que también lo es. No entro en twitter o facebook, pero si en la relación que puede establecerse con otros investigadores que están ‘laborando’ en temas parecidos a los que uno está metido. Pero para ello hemos de vivir una ética personal de gran importancia, donde cada uno conserva su aportación sin que otro se la apropie. Pero si que se puede establecer una ayuda vital en el desarrollo de un proceso.
Internet nos facilita a través de las bibliotecas digitales, muchos textos que de otra forma nos impedirían el acceso a esas fuentes. Hay un loable intento de digitalizar todos los textos del pasado para que se pueda tener acceso a los mismos sin necesidad de tener que desplazarse hasta el archivo o biblioteca que los posee ni de tocarse con las manos, por lo que supone de deterioro. Hoy día están digitalizándose también revistas y publicaciones que tiene menos durabilidad que el libro, porque además las revistas suelen tener publicidad, lo que las hace más temporales, pero también son testigos de la época y a través de esa publicidad podemos ver los avances sociales en muchos campos, las modas, la iconografía, la imagen.
Al investigador le interesa el contenido del texto, mientras al bibliófilo le gusta ver el papel o pergamino utilizado, la encuadernación, calibrar la calidad de las viñetas y su colorido, tocar el libro concreto, pasar sus manos por aquello que antes pasaron otras manos, ver como el paso del tiempo ha incidido en el libro aunque no desdeñe también el contenido.
Ahora bien, el contenido de internet hay que someterlo al juicio experto del especialista, ya que se incluyen también muchas ideas, comentarios y juicios, hechos y relatos no contrastados.
Con los recursos actuales, hay mas facilidades para la investigación, pero hay que saber como hacerla y esto ya es más complicado. Muchos profesores se quejan de los trabajos de sus alumnos universitarios, densos, con prolijos argumentos y documentación extensa re-juntada, pero que no han sido trabajados, elaborados y pasados por el tamiz de la reflexión, la coherencia y la digestión para constituirse en algo con sentido personal y propio.
Muchas bibliotecas exigen un aval de un departamento Universitario o de una institución idónea en la que se indique que el que acude a ella tiene recursos y sabe lo que tiene que hacer, porque muchas veces se hacen cosas que no debieran hacerse. Hubo un profesor de un instituto que envió a sus alumnos de bachiller para que revisaran unas crónicas, en prensa de la época, de un equipo de fútbol. Los alumnos acudieron y pasados unos días los responsables de la biblioteca observaron con ‘pavor’ que dichos alumnos habían recortado con cuchillas de afeitar, las crónicas. Los alumnos habían ido por el camino más fácil sin pensar en las consecuencias de su incorrecta acción, casi delictiva o delictiva por lo que supone de destrucción de un documento.