De bibliotecas, libros, internet… (XI): Los herederos de las bibliotecas

juan_bta_codina_basEn uno de mis artículos anteriores aludía a las bibliotecas heredadas y quiero hablar de ello ahora. La biblioteca que tiene una persona nos dice mucho de su personalidad y circunstancias, hasta el punto de que sería necesario conocer cuál es su contenido para comprender y conocer a dicha persona. La biblioteca se ha ido formando poco a poco en función de las necesidades o de los gustos de la persona llegando a formar parte íntima con su historia personal. Se ha formado a lo largo de la vida y en ella se ha ido alguna parte de la renta económica. Entramos en el estudio de la tipología social de la biblioteca.

En siglos pasados, los libros figuraban en los testamentos y se distribuían entre los herederos o se dejaban a instituciones que pudieran utilizarlos adecuadamente. La biblioteca como propiedad de una persona o de una familia se constituye en un bien querido al que se le tiene afecto.

¿Tienen los herederos ese mismo afecto por la biblioteca que heredan? Pudiera ser que se la repartan con lo cual pierde ese valor único y que dice mucho de quien la formó. Bien es verdad que las viviendas actuales impiden por su tamaño disponer de espacio donde los libros puedan estar acomodados adecuadamente. Si a pesar de esto se la reparten, debían considerar el hacerlo por temas porque aún así conservaría algo de esa personalidad del propietario.

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Cuando al afecto por la biblioteca falla o el espacio para tener los libros es escaso, ¿qué puede hacerse? A veces se intenta vender (mal-vender) y esto hoy es bastante difícil o complicado y muchas veces el valor que da el comprador es mínimo aunque para el que la posee crea que tiene mucho valor y entonces se siente engañado.

Mi propuesta en este caso es el recurrir a la donación antes que mal-vender. Si los herederos la entregan a alguna institución, siempre tendrán el agradecimiento de la misma y el nombre del donante podrá figurar entre los que hicieron grande esa biblioteca y permanecerá en el recuerdo de las futuras generaciones. Además, ¿qué placer constituye leer o manejar un libro que antes pasó por las manos de esa persona que admiramos… ?

La biblioteca personal que se dona pasa a ser del patrimonio común. Algo que era utilizado por un individuo pasa al patrimonio social pudiendo ser consultado por muchos lectores que, seguro, sacarán más provecho de esos libros.

Me contaban que tras la contienda civil, un personaje que vivía en Alicante, sin descendencia, pudo tener muchos libros antiguos y hasta manuscritos. Tenía una tertulia en su casa y cada vez que iban los amigos de Xàbia terminaban hablando de esta villa. Siempre solía sacar un libro en el que se hablaba de las propiedades que tenía el agua del río Jalón (Gorgos) para templar el acero y que los romanos acudían a esta agua para conseguir mejores armas. Este hombre era viudo y no tenía descendencia. Estando enfermo se le acercaron los amigos y le preguntaron por los libros que tenía, ¿qué iba a ser de ellos o qué había dispuesto al efecto? El que me lo contaba me dijo que los despidió a cajas destempladas. En los últimos años le cuidaba una señora a quien dejó sus bienes al morir. ¿Qué fue de aquella biblioteca ‘valiosa’? ¡Seguro que se malvendió o se deterioró, pero la verdad es que aquellos documentos desaparecieron. ¿Es este un buen final para una biblioteca?

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