Verónica Monsonís (*)
Los trastornos del sueño son un fenómeno muy frecuente en la población general. Los estudios epistemológicos informan que, aproximadamente un 35%, sufre problemas de sueño, de los cuales la mitad entra en la categoría de insomnio. Además, es más frecuente en las mujeres que en los hombres y se produce un incremento significativo al aumentar la edad.
Las necesidades de sueño varían a lo largo del ciclo vital. Los bebés y jóvenes necesitan muchas más horas de descanso que los adultos, y éstos más que los ancianos. Habitualmente se asume que un adulto sano necesitaría dormir un promedio de entre 7 y 8 horas diarias. Sin embargo, la cantidad de sueño que las personas necesitan es muy variable. Una persona que duerme poco puede encontrarse en forma con 5 horas de sueño; una persona que duerma mucho puede encontrarse todavía poco despejado después de 10 horas de sueño. Cada persona debe averiguar qué cantidad de horas es la más adecuada para ella. Dormir más no es mejor, y produce sensaciones desagradables como embotamiento, pesadez mental, dolor de cabeza o cansancio.
El cambio de hora es uno de los períodos que más afectan a nuestros ciclos de sueño, pues en primavera llegamos a dormir una hora menos: tardamos unos 10 días en acostumbrarnos a este cambio.
Para poder hablar de problemas de sueño tienen que haber dificultades que se mantengan en el tiempo durante un período prolongado. El sueño es un proceso que puede verse afectado por una enorme cantidad de variables físicas, ambientales y psicológicas. No debemos preocuparnos si durante un período de más trabajo, de mucho calor, o durante el síndrome premenstrual, dormimos poco.
¿Qué normas generales podemos establecer para conseguir dormir exitosamente?:
1. No consumir bebidas, comidas o fármacos que contengan cafeína u otros excitantes, al menos seis horas antes de acostarse.
2. No beber alcohol desde primeras horas de la tarde. El alcohol es un depresor del Sistema Nervioso Central y, aunque a corto plazo pueda producir somnolencia, acaba alterando el patrón y el ritmo de sueño.
3. No fumar al menos dos horas antes de irte a la cama. Aunque muchos fumadores le atribuyen un poder relajante a los cigarrillos, el único efecto demostrable que produce la nicotina es excitación y activación del organismo.
4. Intentar hacer ejercicio moderado de manera regular, pero evitar hacerlo de forma vigorosa el menos dos horas antes de dormir.
5. Intentar ingerir una cena moderada, sin excesivos azúcares refinados ni proteína. Cenar al menos dos horas antes de acostarse. Una digestión pesada y unos alimentos muy energéticos, dificultan conciliar el sueño.
6. Acondiciona tu dormitorio de manera que te predisponga al sueño: eliminar ruidos, que haya una temperatura de unos 20º, poca luz, y una cama confortable.
7. Las dos últimas horas antes de meterte en la cama, dedícalas a hacer actividades que te relajen y que no exijan una importante actividad intelectual o tensión psicológica de cualquier tipo. Las más habituales suelen ser ver la televisión, leer o escuchar música.
Este conjunto de normas favorecen la consecución del sueño. Es imprescindible preparar el ambiente y a ti mismo para estar en las mejores condiciones de dormir de forma exitosa.
(*) Psicóloga. Master en Psicología Clínica.