Verónica Monsonís (*)
¿Nos hemos planteado alguna vez la necesidad de recibir ayuda psicológica? Parece increíble, que entrados ya en el siglo XXI, nuestra sociedad tenga aun prejuicios a cerca de acudir al psicólogo. ¿Qué hay de extraño en ir al dentista cuando nos duele una muela?, ¿y al oftalmólogo cuando no vemos bien?; entonces, ante cualquier dolor emocional o trastorno psicológico ¡¿por qué no acudimos a alguien como por ejemplo… “¿un psicólogo”?!
La figura del psicólogo actualmente esta infravalorada, sin embargo, los términos de ansiedad, estrés, o depresión están en nuestro vocabulario habitual, a la orden del día. Utilizamos estos conceptos sin saber realmente su alcance, y aunque no entendemos bien lo que significan, hacemos uso de ellos sin ningún problema en nuestra vida cotidiana. ¿Cuántas veces hemos oído a alguien decir “el médico me ha dicho que tengo ansiedad” o frases como “ayer tuve un ataque de ansiedad y fui al hospital, donde me pusieron una inyección para tranquilizarme” o “estoy pasando por una pequeña depresión”…? Yo me pregunto ¿pequeña?, ¿desde cuando una depresión es pequeña?, ¿es que acaso los problemas emocionales como la ansiedad o la depresión por ejemplo son problemas grandes, medianos o pequeños?, ¿desde cuando un médico que no sea el psiquiatra debe recetar medicamentos para la ansiedad o cualquier otro problema emocional sin haber hecho previamente una evaluación psicológica de la persona que llega buscando su ayuda? ¿Por qué recetar “ayuda farmacológica” (medicamentos) y no recetar “ayuda psicológica”…? Aun cuando la persona llega a la consulta del psicólogo por algún problema en concreto, busca “una varita mágica”, es decir alguna “pastilla” que le devuelva a su estado emocional anterior. Debemos concienciarnos todos de que nuestra salud es lo más importante, así como importante es escoger sin ningún tipo de prejuicio ni idea errónea al profesional adecuado para tratar nuestros problemas, trastornos o enfermedades.
(*) Psicóloga.