INÉS ROIG (*)
Después de innumerables campañas, los españoles hemos interiorizado lo importante que resulta emplear cremas para proteger nuestra piel de los efectos del sol. Pero, ¿y nuestros ojos? Más del 30% de las gafas que utilizamos no están homologadas. Son lentes que pueden ocasionar problemas visuales y ser una opción peor que no llevarlas. Sabemos que los rayos UV pueden causar cáncer de piel, pero muchos desconocen que la segunda enfermedad más común asociada a esta radiación son las cataratas.
Una protección ocular inadecuada puede generar, además, trastornos leves que producen picor o enrojecimiento de los ojos, pero también pueden dañar seriamente la retina, o acelerar los procesos degenerativos.
Pero, ¿qué tiene que tener en cuenta el comprador? Las dos estructuras de las gafas de sol (lentes y montura) deben estar homologadas. Tienen que tener una marca que lo certifique y la tarjeta de garantía de la Comunidad Europea (CE).
La tarjeta de garantía confirma que ha pasado todos los controles de calidad del cristal y debe entregarse junto con la compra.
La mayor garantía que puede tener un usuario de gafas de sol es comprarlas en una óptica. Las ópticas tienen, además, consideración de establecimiento sanitario, esto es, que, además de pasar la inspección de consumo y comercio como cualquier otro establecimiento, están obligadas a pasar la inspección sanitaria.
El usuario de gafas de sol debe indicar al óptico el uso real que va a dar a la gafa, para que le asesore de acuerdo a la actividad que realice. La gafa siempre debe cubrir el ojo y los párpados.
Con la legislación y la tecnología actual, hoy es obligatorio que cualquier gafa de sol homologada absorba como mínimo el 99% de la radiación UV.
Las gafas que se venden en la mayor parte de bazares, top manta y mercadillos no pasan el control de calidad. Sus lentes pueden ocasionar problemas visuales y ser una opción peor que no llevar gafas. El problema principal, es que están fabricadas con material de muy baja calidad que deja pasar los rayos UV.
Las gafas de sol no son imprescindibles para todas las personas, sobre todo, en el medio urbano. El sistema visual dispone de un mecanismo de defensa de la radiación solar. Para ello cuenta, además de los párpados y las pestañas, con otras estructuras que bloquean gran parte de la radiación logrando que muy pocos alcancen la retina.
Los ojos más sanos son los de los jóvenes, y tanto la córnea como el cristalino filtran la mayoría de las radiaciones. La protección ocular se centra en evitar las lesiones superficiales en la córnea. Para ello, les basta con una gafa de sol con un buen filtro. En cambio, el cristalino de los mayores está más deteriorado y no filtra la radiación como debiera.
En los jóvenes, lo que más llama la atención en verano son la queratitis y la conjuntivitis, que se manifiestan con irritación ocular, sensación de cuerpo extraño, y sequedad ocular. En los adultos, la exposición prolongada a la luz solar puede acelerar procesos degenerativos.
(*) Farmacéutica