INÉS ROIG (*)
Hay dos buenas razones para comenzar inmediatamente a realizar ejercicio físico. La primera es que el ejercicio es un pilar básico en la prevención y el tratamiento de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. La segunda, y quizá más importante, es que lo último que quiere dejar de hacer alguien en su vida es andar y valerse por si mismo, y el ejercicio físico regular desempeña un papel decisivo para evitar la dependencia derivada de la paulatina pérdida de capacidades funcionales que comienza a manifestarse a partir de los 40-50 años.
Hace tiempo que los médicos vienen avisando de que el ejercicio físico es más potente que algunos fármacos para prevenir o paliar muchos de los achaques del envejecimiento. Ya no se habla solo de prevenir la hipertensión o la obesidad sino de evitar la dependencia. Por otra parte, advierten que para conseguir efectos realmente transformadores sobre la salud no basta con un ejercicio lúdico como la caminata diaria o el paseo en bici, sino que se requiere un ejercicio de intensidad moderada, un entrenamiento en toda regla.
El ejercicio para la salud es entrenarse, trabajar de forma individualizada las cinco cualidades físicas básicas- resistencia aeróbica, fuerza, flexibilidad, movilidad articular y coordinación-, e ir progresando. Con el envejecimiento disminuyen la resistencia aeróbica, la fuerza de agarre de las manos, la fuerza de las piernas, la movilidad articular y la coordinación neuromuscular, unas consecuencias de la vejez que limitan a la persona para realizar determinadas tareas de la vida diaria e influyen en la capacidad de vida independiente. Las pérdidas no se notan al principio, pero con el paso del tiempo para unos significan no poder con las bolsas de la compra; para otros la imposibilidad de peinarse, de no levantarse del sofá, sin ayuda.
El principal enemigo para la musculatura de las personas mayores es la inmovilización. A determinadas edades, guardar diez días de reposo en cama puede suponer perder un kilo y medio de masa muscular y fuerza de extensión de la rodilla, lo que en algunos casos significa dejar de valerse por si mismo.
Muchos órganos se benefician del ejercicio físico regular: el sistema osteoarticular, el endocrina, el cardiovascular, el neurológico… Si se hace ejercicio de forma regular, los años que se vivan, se vivirán con más autonomía, se podrá andar durante más años, se podrá vivir más tiempo en la propia casa, se tendrá menos dolor de articulaciones, se retrasará la hipertensión y las complicaciones cardiovasculares que van asociadas a la edad.
Lo difícil es romper la inercia del sedentarismo. Cuanto menos se hace menos ganas se tiene, menos fuerza se tiene en las piernas y más dolor se siente. Lo realmente importante es que la persona entrene la fuerza muscular, sea en el gimnasio, subiendo o bajando escaleras, o caminando; dependerá de las necesidades y afinidades de cada uno. Lo realmente importante es mantener el entrenamiento en el tiempo.
El baile puede ser una opción para los mayores porque combina el trabajo de capacidades físicas como la fuerza, la flexibilidad, el equilibrio y la coordinación en un ambiente lúdico y bastante seguro. El baile requiere también de cierto control emocional para mantener la concentración y la corrección técnica cuando se entra en cierto nivel de fatiga.
Por otra parte, para rentabilizar los esfuerzos, los expertos aconsejan centrar el trabajo en los grupos musculares más importantes y más utilizados en las tareas de la vida diaria, así como ejercicios que garanticen la flexibilidad y la rotación de brazos, hombros y cuello para que uno pueda continuar peinándose y cogiendo los objetos de los estantes superiores de los armarios con comodidad a pesar de los años.
(*) Farmacéutica