INÉS ROIG (*)
Sobre la dieta mediterránea a estas alturas no hay que dar demasiadas explicaciones. La famosa tríada del olivo, el trigo y la vid, es sólo la piedra angular de toda una filosofía a la hora de comer. Por ello, no es ninguna casualidad que sea patrimonio de la humanidad. La salud de los países que siguen esta dieta es superior a la de otros con hábitos distintos. En definitiva, se sabe que la ingesta de frutas, verduras, legumbres, aceite de oliva, pescados, frutos secos, pequeñas dosis de carne y vino proporcionan la cantidad de nutrientes necesaria para que el organismo se mantenga de la mejor forma el mayor tiempo posible.
Ahora bien, la dieta mediterránea no es la única que proporciona una buena salud. Datos que indican la calidad de vida, como la longevidad, la incidencia de la enfermedad cardiovascular, o de obesidad, indican que hay otras formas de alimentarse que también proporcionan una buena salud. Entendiendo siempre, que la salud no depende sólo de la dieta sino de muchos factores como la genética, el nivel económico o la asistencia sanitaria entre otros. Países como Japón, Suecia o Francia tienen un índice de enfermedad cardiovascular similar o claramente inferior al de nuestro país.
Japón: La comida japonesa tiene un montón de virtudes, como el consumo de pescado y la abundancia de vegetales que repercuten en la cantidad de vitamina C y en la fibra. Las algas son habituales en la comida japonesa. Se trata de una fuente importantísima de proteínas y minerales. Aportan un elevado contenido en yodo, mineral de gran importancia para el tiroides.
Se utilizan pocas grasas, y en las preparaciones predominan los hervidos, plancha o alimentos crudos. Otra de las ventajas es que las raciones son moderadas, con la ventaja que eso tiene para la digestión y el peso. Los postres son poco frecuentes, el dulce tiene un papel secundario. La fruta fresca es lo más habitual. Los lácteos no son parte de la dieta tradicional.
Suecia: Ante todo, hay que tener en cuenta que está adaptada a su entorno: un clima frío lleva a que se coma en mayores cantidades y más grasas animales. La dieta sueca es bastante equilibrada. Por una parte, el pescado tiene un papel importante. Se encuentra fácilmente fresco y variado y, loa azules están entre los más apreciados. El pescado aporta, entre otros elementos, omega 3, un ácido beneficioso para la salud coronaria porque dificulta la formación de trombos, y al que se le atribuyen propiedades antienvejecimiento.
Y aunque la cantidad de vegetales que toman es inferior a la de los países mediterráneos, lo cierto es que los toman a diario. Mención aparte merecen los lácteos, que son consumidos en abundancia y son especialmente indicados porque Suecia es un país de poco sol y el elevado contenido en calcio y vitamina D de estos productos se hace imprescindible.
Francia: Francia está entre los países de menor obesidad de Europa y una longevidad similar a la española. Es llamativo que el país de los quesos y el croissant, goce de un grado de salud tan favorable. La gastronomía francesa es desde el 2010, patrimonio cultural de la humanidad.
La cocina francesa es muy rica y variada. La mantequilla es una grasa muy común, especialmente en el norte, pero también se utiliza el aceite de oliva. Las verduras están siempre presentes como ensalada, entrante o guarnición. No comen tanto pescado como los españoles. En cambio comen más carne y de una gran calidad. El vino forma parte de su dieta habitual.
Sus horarios son más sanos que los de los españoles. El hecho de que cenen antes que nosotros implica que comen menos a última hora, simplemente porque llegan con menos hambre. Eso hace que haya menos obesidad y mayor calidad en el descanso.
(*) Farmacéutica