Los herreros desarrollan una actividad necesaria en una población que tiene una vida rural, agrícola y donde el labrador utiliza la caballería para trasladarse de un lado a otro, para el trabajo o para el paseo, pero también el mundo agrícola exige la utilización de herramientas que hace el herrero; azadas y azadones, arados o ganchos y también la construcción de esas rejas que dificultaban la entrada de los que pretendían entrar en la villa y hasta el arreglo de los goznes sobre los que giraban las puertas de la muralla.
Es necesario conocer la relación del herrero con el veterinario al que se le exigía una práctica en el herrado de las caballerías. Al veterinario se le exigía en sus exámenes de reválida para obtener el título un ejercicio de forja y de herrado, y así un veterinario que ejercía en Carcaixent en 1867 fue quien señalaba que «[…] mientras se vean profesores con las manos encallecidas por el frecuente roce del hierro, y salpicadas de escaras, producidas por las chispas de la fragua, […] nada valdremos ante los ojos de la ilustrada sociedad […]». En este sentido la figura del albéitar no estaba valorada por la sociedad pero en el mundo agrícola era una figura necesaria e importante. En este momento encontramos un albéitar en la persona de Manuel Llamas García que vivía en la calle Mayor
No es muy numeroso el grupo de los herreros, pero si que vemos la presencia de generaciones y de familias que muestran esta actividad de forma explícita. Los apellidos Miñana y Palació son dos muestras de dos familias que encontraron en esta dedicación el medio de vida. También aquí como en los canteros el ruido (martillazos, fragua, sierra…) era una problema para los oídos y como en aquellos tiempos no existían ni se conocían remedios de protección para las causas determinantes de las enfermedades profesionales, seguro que más de uno culminaba su vida con una sordera acusada.
La relación de herreros, sin ser exhaustiva, es la que sigue: José Pascual Ivars Crespo, Nicolás Martín Górriz, Luis Mengual Miñana, José Miñana Bas, Vciente Miñana Bas, José Miñana Cholbi, Simón Miñana Palacio, José Miñana Sapena, Castor Palacio Bolufer. Carlos Palacio Cholbi, Simón Palacio Cholbi y Sebastián Torres Sánchez.
Su ubicación en el entramado urbano está centrada en las calles Rocas, Mayor y plaza del Convento (fuera de los muros) fundamentalmente. En la calle Mayor se ubican Carlos y Simón Palacio Cholbi y en la calle Rocas están José y Vicente Miñana Bas y José Miñana Cholbi. El resto de herreros se ubican en torno a la plaza del convento: calle de la Soledad, de San Juan Bautista, San Ignacio (actual Carrer Nou) y San José.
No sabríamos decir si la herrería estaba ubicada en el domicilio o en dependencias ajenas, pero si que nos atrevemos a señalar que los que se dedicaban a herrar a las caballerías debían estar en las afueras de la población, en el inicio de los caminos o junto a las pilas de abrevar el ganado, mientras que los que se dedicaban a la construcción de rejas podían estar en el interior de la zona amurallada. El ruido producido por los herreros es uno de esos sonidos que con el progreso se ha perdido aunque a veces hay otros que superan el de estos artesanos del hierro. Porque las villas en aquella época sólo tenían el ruido de los cencerros, los golpes sobre el hierro de los herreros o sobre la piedra de los canteros, el canto del gallo, el mugir de las vacas o el golpe de la herradura sobre el suelo de tierra que daba el caballo o el mulo al regreso a la casa al atardecer, o el tambor del pregonero que cantaba los bandos. La villa encerrada en sus muros pocos sonidos tenía pero en los que poseía se notaba la vida de un mundo rural, hoy desaparecido, aunque al buscar las estancias en las casas rurales hay un deseo de volver a esa arcadia feliz, pero a la que nunca podremos regresar.