Hacer dieta (IV)

GLORIA MARTÍ (*)

Es cierto que es muy fácil echar la culpa a la sociedad y muy difícil modificar los ideales sociales deficientes, sobre todo porque la sociedad somos todos. Los medios de comunicación NO son los únicos que fomentan el deseo de estar delgados y la insatisfacción corporal (todas las personas están expuestas a los medios de comunicación y no todas están insatisfechas con su apariencia). Hay otros factores ambientales que generan esta insatisfacción como la propia familia (padres y hermanos), los compañeros de clase y los amigos.
 Los familiares también han aprendido las normas sociales del peso y la línea y pueden confirmar nuestras sospechas o insatisfacciones; muchas personas con insatisfacción corporal han tenido incidentes con miembros de su familia que han alimentado o confirmado sus preocupaciones, por ejemplo, una persona que ha recibido burlas de sus hermanos, que le llaman bola de grasa, jamona, gordo… o también la madre que puede recordar a la hija que se va a hacer obesa, o el padre que hace comentarios sobre los cambios corporales que se sufren en la pubertad y adolescencia (comentarios considerados normalmente inofensivos o bromas pero que resultan muy peligrosos para la autoestima del adolescente), etc. Estos comentarios pueden haber sido bienintencionados sin duda, pero dañan la imagen corporal de esa persona. Lo mismo ocurre con los comentarios de compañeros y amigos de la infancia y adolescencia, porque las diferencias físicas entre las personas a estas edades (un desarrollo físico temprano o tardío, ser demasiado alto o bajo, pasar por un periodo de gordura…) son rápidamente percibidas y provocan comentarios.
 Si no queremos estropear el metabolismo de tal forma que al final lleguemos a engordar pasando hambre, hay que plantearse muy en serio que si se decide hacer una dieta, ésta debe ser seguida siempre; no vale hacer dieta antes del verano y luego en invierno abusar de la comida, pensando que el año que viene ya nos pondremos de nuevo a dieta, porque así lo único que conseguiremos es que nuestro cuerpo cada vez necesite menos cantidad de comida para engordar. Y no olvidemos la necesidad de consultar con el médico y seguir sus consejos dietéticos, porque no todas las personas somos iguales, no todas las personas tenemos las mismas necesidades y no todas las personas reaccionaremos igual a idénticos tratamientos.
 Un consejo final: comer un poco de todo, durante las horas destinadas a ello, no abusando de ningún alimento en particular y realizando ejercicio físico adecuado para quemar las calorías sobrantes y mantener el cuerpo equilibrado. Ser realistas y no proponerse retos inalcanzables e intentar gustarse a sí mismo (es la mejor manera de gustar a los demás) y tener muy en cuenta que el exceso de estrés “engorda”.

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(*) Psicóloga.

 

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