Fina Doménech canta a su padre (III)

juan_bta_codina_bas

Fina Doménech siempre pensó en escribir un libro sobre su padre; «escribir algo de su vida, pero era imposible dado que él no estaba para compartir sus recuerdos conmigo». No obstante Fina pudo leer, en póstumo momento, un libro de narrativa que Ángel había escrito de joven sobre pasiones de amor y venganza relacionado con aquel mundo del Oeste americano que nos presentaba el cine y al que tan aficionado era. «Quizás no sea casualidad que su primer trabajo siendo aun adolescente fuera proyectar películas en la pantalla del «Central Cinema», ubicado, por otro lado, muy cerca de la casa familiar en la entonces calle Cánovas, hoy Engreñó.

Yo sé que le hubiera hecho ilusión: una vez me dijo: «me gustaría contarte cosas para que tú las escribieras». Como no podía narrar nada de su vida, pensé en describir en forma poética las emociones y sentimientos sobre su ausencia -esto me lo cuenta Fina Doménech porque la idea le fue rondando mucho tiempo. Cuando hacía 15 años del fallecimiento de Ángel, escribió en CANFALI-MARINA ALTA (20 de abril de 2002) una pequeña reseña con sus recuerdos. Ahora el círculo se ha cerrado con este poemario de homenaje a su padre.

Publicidad

Es interesante conocer la gestación de ‘Callado Canto’ para percibir lo que supone y comprender la poesía de Fina Doménech Bisquert. En realidad estamos hablando del proceso creador de una obra poética, de un proceso personal que trasciende a lo social. Hay que revisar los recuerdos de la autora para conocer ese proceso: «Era una tarde luminosa y desde tu despacho se veía el mar. Era primavera y la ventana estaba abierta. Llegaba el murmullo de la calle que se liaba con el teclear de tus dedos sobre tu máquina de escribir». Ángel escribía muy rápido, casi seguía el proceso del habla y cuando Fina le dictaba y se detenía, casi al unísono se detenía él, por la agilidad con que sus dedos se movían sobre la ‘olivetti’.

El contenido del libro «es todo lo que no he podido decir y que llevaba dentro. Y es una deuda sentimental hacia mi padre, que le hubiera gustado contarme cosas, que tuvo que callar». Fina, como decimos, escribe los versos y en la primera oportunidad se los remite a Javier Reverte para que le de su opinión sobre los mismos.

Cuando Javier lee los poemas, le gustan y la pone en contacto con Pablo Méndez, el editor quien decide su publicación en la colección ‘Baños del Carmen’. Se trata de una colección donde se alternan textos poéticos más clásicos con otros de vanguardia. Ahí Fina y ‘Callado Canto’ han encontrado cobijo y expansión.

Al leer el texto poético, hay una serie de aspectos que se escapan. Uno es la estructura formal de las horas monásticas o canónicas. La autora nos dice al respecto: «Quería una estructura cerrada: el alba que abre el día y la noche, cuando termina. Representa la vida: el nacer (el amanecer) y el morir (el final con la puesta del sol). También el paso de las horas: el paso de los días hacia el desenlace». Hay otra estructura, la interna que tiene que ver con el día que murió: cómo va acercándose el final (a las nueve de la noche entró en coma y no pasó la noche) esas horas de angustia que van creciendo en el libro, hasta las vísperas cuando ya llega el fin.

Si unimos las horas monásticas con el silencio de los monasterios tenemos una clave interesante para meternos en el corazón de Fina. «el silencio de los rezos, la quietud de la vida monástica… mi padre era muy creyente y de alguna manera esa cultura medieval de la otra vida impregna el libro. Es un canto silencioso porque es uno solo frente a la inmensidad de la muerte, que acaba la vida terrenal pero hay un cielo: «es un canto, un enlace con el cielo».

En realidad estamos ante un canto elegiaco, al modo griego, de exaltación a su padre.

Suscríbete al boletín de noticias

Pulsando el botón de suscribirme aceptas nuestras Política de privacidad y Términos del servicio
Publicidad