A los doce años esperamos ser felices en un par de años cuando podamos sacar el carné de ciclomotor, a los dieciséis pensamos que la felicidad llegará con los dieciocho y el de coche.
En otro orden de cosas, suponemos que seremos realmente felices cuando consigamos ese título, luego el empleo y más tarde el ascenso.
Pero, mientras esperamos a que el tiempo pase hasta que pase algo, el tiempo se nos pasa sin disfrutar aquello que tenemos en ese momento.
Así, no disfrutamos realmente de nada de aquello que tenemos porque lo mejor está por venir.
Si tenemos algo al que damos mucho valor, seguramente no seremos capaces de disfrutarlo plenamente por temor a que se estropee, se rompa o se pierda, incluso… a que se gaste.
Hay quienes no sacan su coche del garaje los días de lluvia o quienes no usan su salón a no ser que vengan invitados.
Ni qué hablar de la vajilla o mantelería, esa que era de la abuela, la que sólo se usa en ocasiones especiales, finalmente habrán pasado los años y no la habremos disfrutado lo suficiente.
Pronto haremos un viaje, qué felices seremos dentro de dos semanas, pero, si preparamos ese viaje, si buscamos información sobre los sitios que queremos visitar, si averiguamos lugares o espacios que no sabíamos de su existencia y decidimos visitarlos, estaremos estirando nuestra felicidad del mismo modo que estiraremos el viaje.
Si aplicamos este ejemplo a todo aquello que emprendamos o se nos presente, seguramente habremos disfrutado mucho más durante mucho más tiempo.
Parece que el secreto es el tiempo, sí, sin ninguna duda, el tiempo es esa arena que se desliza entre los dedos sin ninguna posibilidad de repetir.
El tiempo es lo único en nuestras vidas que no se puede restaurar o recuperar.
Parece entonces que la importancia del tiempo es mayor de lo que muchos creen, seguramente es lo único que realmente debemos cuidar que no se desperdicie, que no pase en balde.
Cada granito de esa arena representa un milisegundo de nuestras vidas, desaprovecharlo es como no vivir ese trocito que sumado a tantos otros los perdemos para siempre.
Feliz es quien hace de su trabajo algo para disfrutar, quien aprovecha su tiempo y pone en positivo aquello que la vida le pone por delante.
Tal vez, sólo tal vez, el dinero hacía feliz al «tío Gilito».