Dr. MARIANO MARTÍN-LOECHES DE LA LASTRA (*)
Los grandes avances llevados a cabo en el mundo de la medicina han ayudado a las mujeres mayores de 35 años a no temer a los embarazos. Sin embargo, estudios recientes también han puesto de manifiesto una clara relación entre la edad y determinadas complicaciones en el parto cada vez más frecuente.
Poco a poco va creciendo el número de mujeres que aprovechan hasta el último segundo el tiempo que les marca su reloj biológico y deciden tener hijos mucho más allá de los 35 años. El índice de crecimiento en los años ochenta para las mujeres de 35 a 39 años, fue de un 60 % y del 50 % entre las mayores de 40 años. Mientras que entre 1990 y 1995, el incremento en el primer grupo sólo fue del 8 % y en el segundo, del 20 %.
Los grandes avances científicos han ayudado a las mujeres mayores de 35 años a tener más y más saludables embarazos, sin embargo, estudios recientes también han puesto de manifiesto que a partir de esa edad aumenta el riesgo de sufrir graves complicaciones.
La primera de ellas es “la dificultad de quedarse embarazada, ya que la fertilidad de la mujer comienza a disminuir a partir de los 30 años”. Otro de los problemas es el incremento del índice de abortos espontáneos, que es del 13 % en las mujeres menores de 30 años y del 25 % en las de 40.
Los riesgos de un embarazo de una mujer sana de unos 35 años son similares a los de una de 20.
Las mujeres nacen con los óvulos que van a ovular a lo largo de su vida. Así, a los 35 años sus óvulos han estado almacenados esos mismos años con el peligro de deterioro que ello supone. Con la edad aumenta el índice de probabilidades de que el bebé nazca con defectos congénitos. El trastorno más común es el Síndrome de Down.
El riesgo de tener un bebé con Síndrome de Down a los 25 años es de 1 entre 1.250, a los 35 de 1 entre 378 y a los 45 años de 1 entre 30. Por eso, la mayoría de los doctores ofrecen a las embarazadas de más de 35 años la posibilidad de realizarse un examen prenatal.
Existen varias pruebas, entre ellas las que determinan la presencia de Alfa Feto Proteína en la sangre materna y que se pueden practicar entre las 15 y 23 semanas de embarazo. Sin embargo, sólo miden el riesgo real que tiene la madre de dar a luz un niño con una anormalidad fetal y en muchos casos fallan dando falsos negativos o falsos positivos. También es importante entender que un examen sonográfico no detecta los defectos cromosómicos. Para este tipo de diagnóstico lo más adecuado es recurrir a la amniocéntesis o a la denominada biopsia de vellosidad coriónica, que diagnostica la mayoría, pero no todos los defectos de nacimiento y presenta un riesgo más alto de aborto.
(*) Especialista en Obstetricida y Ginecología.