INÉS ROIG (*)
Mientras que hay gente con una memoria prodigiosa, o grandes habilidades para los idiomas, o para la física, a la mayoría de los mortales nos cuesta recordar donde hemos aparcado el coche, sacarnos la carrera, no despistarnos ante una lectura complicada o acordarnos de que iba tal o cual película.
Solemos creer que para mantener el cerebro activo y en buena forma la mejor solución es ejercitarlo intelectualmente. Y en cierta medida es cierto. El cerebro es como un músculo y necesita que lo estimulemos para sacar rendimiento y para mantenerse saludable.
Que una dieta sana y equilibrada nos garantiza una buena salud no es ninguna novedad. Sabemos que nos protege contra el colesterol, la obesidad, la hipertensión, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares e incluso algunos tipos de cáncer.
Sabemos que comer bien nos ayuda a estar de mejor humor, a tener más vitalidad, a que nuestro sistema inmune sea más fuerte. A todo esto ahora se suma que se ha descubierto que quien cuida de su cuerpo y también de su dieta, tiene un cerebro más sano y en forma, mejor preparado para hacer frente al paso del tiempo y para combatir enfermedades. “Mens sana in corpore sano”.
La comida es como una especie de preparado farmacéutico que afecta al cerebro.
Nuestro cerebro es en buena medida el resultado de aquello que comemos. Y si bien los alimentos ejercen una gran influencia sobre las células nerviosas, no todos tienen la misma importancia. Por ejemplo, se ha comprobado que los ácidos grasos Omega 3 constituyen un elemento fundamental. Se encuentran en cantidades abundantes en el pescado azul y también en algunos vegetales y frutas como las nueces o el kiwi.
Los ácidos grasos Omega 3 ayudan a mejorar el aprendizaje y la memoria; a paliar enfermedades como la demencia y los desordenes del estado de ánimo Son esenciales para que el cerebro tenga un funcionamiento normal. Si bien todos los ácidos Omega 3 son en general beneficiosos, es en particular uno de estos, el DHA, el más influyente. Se halla en pescados como el salmón, el atún o la anchoa. El DHA es, asimismo capaz de reducir el estrés oxidativo, algo muy importante en un órgano como el cerebro, sumamente sensible a la oxidación. El cerebro necesita mucha energía para funcionar y las reacciones que liberan esa energía generan muchos químicos oxidativos.
El ácido fólico tiene también un papel relevante para mantener a tono nuestras capacidades cognitivas a lo largo de toda la vida. Es abundante en alimentos como las espinacas, la levadura o el zumo de naranja recién exprimido.
Otro nutriente importante son los antioxidantes. La vitamina E por ejemplo, presente en los aceites vegetales, en las nueces y en las verduras de hoja verde, está relacionada con la retención de la memoria en edades avanzadas, así como una esperanza de vida más longeva. También protege al cerebro frente al estrés oxidativo. De ahí la importancia de tomar dietas ricas en antioxidantes, presentes, por ejemplo en las frutas y tomates.
Se ha demostrado que la “comida basura” o la bollería industrial, rica en grasas insaturadas, son nefastas. Es más, los alimentos ricos en azúcares, como las chucherías, y los que contienen muchas grasas y sal, o los fritos, pueden llegar a alterar la química del cerebro.
Si mantenemos una dieta sana y equilibrada, no solo estaremos mimando nuestra salud física sino también nuestras neuronas. Una mente ágil pasa por una alimentación rica, sobre todo, en pescado, además de frutas, verduras y legumbres. Si además, después lo seguimos estimulando con deporte, descansando ocho horas al día y ejercitándolo intelectualmente, pondremos todo lo que está de nuestra parte para tener un cerebro en forma.
Eso sí, que comamos bien hoy no implica que empecemos a notar los cambios mañana. Existe una especie de reserva cognitiva, como un “banco del cerebro”, en la que se van acumulando todos los beneficios de cuidar las neuronas y que se pone en funcionamiento cuando lo necesitamos. Si hacemos acopio de deporte, alimentación y trabajo intelectual, ante las lesiones o la vejez, tendremos provisiones para enfrentarnos a la adversidad.
(*) Farmacéutica