Educación del / la adolescente (3)

GLORIA MARTÍ (*)

Terminábamos la última publicación diciendo que conviene hablar también de lo que les interesa a ellos y ellas (adolescentes)… Continuemos pues con más pautas:
 – Es importante evitar, tanto cuando les hagamos propuestas como cuando los censuremos, ponernos a nosotros mismos como modelos (“A tu edad yo…”) o poner como ejemplo a otras personas (“Mira tu hermano como…”). Es injusto, ofensivo y un camino seguro para conseguir su animadversión. En todo caso compararlo con él mismo (“Seguro que lo conseguirás, como cuando hiciste…”).
 – Hay que prever sanciones para el caso de que rompa alguno de los compromisos o normas establecidas. Es inteligente tenerlas preparadas para que no sean fruto de la improvisación, ni desproporcionadas. En todo caso, podéis pedir su opinión sobre la sanción que habéis pensado.
 – La libertad y autonomía respecto al uso del tiempo libre, al uso del dinero, al horario de llegada a casa, o a la gestión de sus estudios hay que otorgarla en función de la responsabilidad demostrada. A mayor responsabilidad, mayor autonomía, y ante faltas de responsabilidad, restricciones de autonomía.
 – Siempre que pidáis al hijo que haga algo, explicad por qué se lo pedís. No uséis expresiones como “porque lo digo yo” o “porque sí”, NUNCA.
 – Aprovechad los acontecimientos que le ocurran para relacionarlos con objetivos de autoexigencia y lucha personal.
 – El padre debería hacer notar a los hijos el esfuerzo de autoexigencia que realiza la madre, y viceversa. Es una magnífica ocasión para mostrar un ejemplo.
 – Pedirle perdón cuando os equivoquéis o cuando, por falta de control personal, le gritéis o descalifiquéis.
 – Dejar que se explique, dar crédito a lo que dice salvo cuando tenga evidencia de lo contrario.
 – Si os engaña o falta a sus compromisos, no le gritéis, ni le riñáis. Explicarles con toda la calma de que seáis capaces, que ha faltado a nuestra confianza, por lo cual tendrá menos autonomía hasta que demuestre que es digno de confianza.
 – Establecer la costumbre de que explique con quién sale y dónde podríamos buscarle en caso de necesidad.
 – Dedicar tiempo a estar juntos, compartiendo alguna actividad y conversando sobre ello (acompañarles a sus partidos o actividades extraescolares, a clase, yendo juntos al cine, de compras, al fútbol…).
 – Compartir alguna preocupación personal con él/ella y pidiéndole su opinión (temas al alcance de su nivel madurativo: problemas de trabajo, de salud…) puede facilitar la comunicación entre ambos.
 En fin, educar es por tanto ayudarles fomentando su independencia, su libertad, enriqueciéndolos sin anularlos, estando al lado, y no encima.

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(*) Psicóloga.

 

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