GLORIA MARTÍ (*)
Algunas pautas importantes:
Poneros en el lugar de vuestro hijo: Sed empáticos con él/ella.
Informar a vuestro adolescente y manteneros informados: La adolescencia es a menudo una época para experimentar y a veces esto incluye comportamientos arriesgados. No eludáis los temas relacionados con el sexo, las drogas, el alcohol y el tabaco; conversar con el hijo abiertamente sobre estos temas antes de que se vea expuesto a ellos aumenta las probabilidades de que su hijo actúe de forma responsable cuando llegue el momento.
Respetar su privacidad: Para algunos padres esto es algo muy difícil. Creen que todo lo que hacen sus hijos es asunto suyo. Pero cuando se trata de formar a un futuro adulto, tener algo de privacidad se convierte en un derecho de ese futuro adulto. Si existen señales de alerta que indican que puede haber problemas, podremos vernos obligados a invadir la privacidad del hijo hasta llegar al fondo del problema, pero de lo contrario, mejor mantenerse al margen. El dormitorio de un adolescente y sus llamadas telefónicas deben ser algo privado y no hay necesidad de compartan con uno de sus padres todas sus ideas o actividades. Todos los niños, adolescentes o no, requieren supervisión de los padres y usted tiene derecho a saber dónde estará su hijo y qué hace. Pero no espere que le dé todos los detalles ni que lo invite a ir con él/ella. Respetar su intimidad y sus silencios, sin intentar hacerle hablar de algo que no quiera. No presionarlo y mantenerse receptivos para que el joven sepa que puede contar con el apoyo de los padres.
Establecer reglas apropiadas: hay que saber ceder y ser flexible. Si su hora de llegada no es la que él quiere, tratar de negociar. Si se porta bien el aumentar la hora de llegada puede ser un premio. Tenemos que fijar normas y límites pero a través del diálogo para que nuestros hijos acepten y asuman compromisos.
En primer lugar, la crítica y la corrección debe combinarse con el uso frecuente de elogios. Es decir, debes ser capaz de ver también lo que tu hijo hace bien y decírselo. Por muy desastre que te parezca tu hijo, seguro que tiene también valores positivos que debes esforzarte en reconocer. Además es necesario corregir con mucho cariño. Por tanto la crítica debe ser serena y ponderada, sin precipitaciones y sin apasionamiento. Cuidadosa, sin ironía, sin sarcasmo, como se corrige a un amigo.
Tomarlos en serio, no tratarlos como seres inferiores que explican cosas de las que estamos de vuelta.
Conviene no aprovechar cualquier ocasión para sermonearles.
Escuchar con atención lo que quieren explicarnos o preguntar.
Cuando habléis con él, concentraros en lo que dice. Hay que practicar la escucha activa. Hacerle alguna pregunta sobre lo que explica para demostrar que realmente se quiere enterar bien. Y sobretodo nunca digáis “ahora no tengo tiempo”.
Hablar también de lo que les interesa a ellos. Dar tiempo para abordar los temas que nos interesan a nosotros. (Continuará).
(*) Psicóloga.