Verónica Monsonís (*)
Dícese, que vivimos en un mundo de mentalidad más abierta, donde hombres y mujeres del mismo sexo viven en pareja, se casan o tienen hijos; donde las mujeres luchan por sus derechos, por la igualdad; un mundo donde el color de la piel no importa, donde se grita a los cuatro vientos el derecho a la independencia y a la libertad de expresión y se dice NO a la violencia; Dícese…
Pero, ¿es cierto todo lo que se dice?… ¿Seguro que no importa que una persona sea homosexual?; ¿Seguro que las razas no tienen color, que TODOS somos iguales?…
En la actualidad la gente se llena la boca defendiendo todos estos valores, y sin lugar a dudas, seguro que muchos de nosotros los defendemos porque creemos en ellos, no porque la sociedad nos los impone; Pero también es cierto que existe una inmensa mayoría que, en caso de defenderlos, lo hace únicamente porque están implícitos en nuestra sociedad.
Nos consideramos mucho más adelantados que nuestros progenitores y pensamos que mentalmente somos más racionales. “Parece” que no tenemos miedo a aceptar lo que somos, a expresar lo que sentimos, a pedir ayuda si lo necesitamos…: ¿cierto?…
Yo pienso que sí, que actualmente vemos las cosas de manera diferente; que tenemos más recursos en los que apoyarnos para defender nuestros derechos, que somos independientes… pero también pienso que nos importa aún demasiado la opinión de los demás…
Esta semana me encontré a dos personas, antiguas clientes mías, que me negaron el saludo… Están en todo su derecho, y de hecho, en nuestra formación como psicólogos es de las primeras cosas que te enseñan: “que las personas que acuden a consulta son libres de elegir saludarte o no cuando te encuentran en la calle”. Profesionalmente, así lo creo, pero si me detengo a pensarlo, desde el plano personal, se me cae el mundo a los pies; me pregunto que si saludamos a nuestro ginecólogo, dentista o médico de familia cuando lo vemos paseando, ¿porqué negarme el saludo a mí o a cualquiera de mis colegas?, ¿es que alguien va a sospechar que viene a mi consulta porque me conoce?; Y si fuera así, ¿tan malo es?
Pienso, que el psicólogo hace una de las labores más bonitas que existen en nuestro mundo: “AYUDAR A LAS PERSONAS”; pienso que somos capaces de orientar a una persona a que supere su problema y vuelva a ser, no la persona que era antes, sino mucho mejor. Por eso, no considero que nadie tenga que avergonzarse, todo lo contrario.
Dícese que podríamos vivir en un mundo en el que la gente fuera libre de elegir a donde ir, con quien hablar; un mundo donde nadie fuera juzgado ni criticado; donde realmente diera igual el color de la piel o la condición sexual de cada uno; donde nadie fuera más que nadie…
Dícese que ese mundo no existe… De nosotros depende crearlo, ¿no crees?
(*) Psicóloga.