Dr. TERESA ROMERO RUBIO (*)
Si nos paseásemos por el servicio de Urgencias pediátricas de cualquier hospital del mundo entre las ocho de la tarde y las dos de la madrugada, es más que probable que encontrásemos una pareja de padres de un bebé menor de cuatro meses, preocupados por su llanto excesivo que no calma con nada. Es una estampa que se repite en cualquier época del año y en cualquier lugar, y en la mayoría de ocasiones corresponde a un cuadro banal conocido como cólico del lactante. Se caracteriza por un llanto inconsolable, de predominio vespertino, en el que el bebé parece quejarse de molestias digestivas, con encogimiento de piernas, y en la mayoría de veces distensión abdominal y gases. Ocurre hasta en el 40% de los lactantes entre dos semanas y cuatro meses de edad. La definición más aceptada del cólico del lactante habla es un llanto intenso al menos 3 horas al día, 3 días a la semana durante al menos 3 semanas en un bebé que por lo demás está sano y bien alimentado.
Cuando un bebé llora puede ser por varias causas: porque tiene hambre, porque está incómodo y reclama cambio de pañal, porque tiene frío… en estos casos el llanto cesa cuando se satisfacen sus demandas. No es así en el caso del cólico, en el cual el bebé llora sin consuelo, para desesperación de los padres. Su causa no está bien definida, aunque se han propuesto varias posibilidades. La más extendida es la inmadurez del aparato digestivo del bebé, que provocaría una contracción de las fibras musculares intestinales que generan dolor y dificultad para expulsar gases. También se habla de causas psicosociales, ya que es más frecuente en familias con padres ansiosos o primerizos y en bebés excesivamente estimulados. De cualquier forma, es una situación que no traduce patología alguna y que se soluciona simplemente con el paso del tiempo. El diagnóstico es clínico y no precisa ninguna prueba complementaria. La historia clínica descartará síntomas de alarma como fiebre, hipotonía, rechazo de la alimentación o heces sanguinolentas que podrían orientar a otros cuadros, y en la exploración clínica se comprobará que es un bebé completamente sano.
Existen algunas técnicas que se pueden hacer en casa para intentar calmar el llanto del bebé: el contacto piel con piel, los masajes abdominales, los movimientos rítmicos… Es frecuente que si acuden al médico en coche, al llegar el llanto ya haya cesado, porque el movimiento vibratorio del vehículo en marcha les suele calmar. No hay que tener miedo de malcriar a un recién nacido por una excesiva atención del llanto; la mayoría de veces lo único que necesitan es cariño.
Por otra parte, como recomienda la Asociación Española de pediatría (AEPED), “aunque existen diversos medicamentos y productos de parafarmacia comercializados para los cólicos del lactante, su eficacia es más aparente que real, similar a la que se consigue usando un placebo, pues los cólicos también se interrumpen y acaban desapareciendo por sí solos. Lo mismo se puede decir de las infusiones o los productos homeopáticos. Algunas plantas naturales, como el anís estrellado, pueden ser peligrosas, pues administradas en exceso provocan intoxicaciones graves”.
Por ello el mejor consejo es armarse de paciencia, darle mucho cariño a nuestro bebé y dejar que el tiempo pase; como muchas veces suele ocurrir, esa es casi siempre la mejor medicina.
(*) Pediatra.