INÉS ROIG (*)
El colesterol tiene una estrecha relación con los genes. La genética nos predispone, pero no es determinante. La dieta equilibrada y el ejercicio pueden contrarrestar la fuerza de los genes. Algunos genes van cargados, pero si no les ponemos el estrés, por ejemplo de una alimentación inadecuada, no se va a expresar su efecto dañino.
Hay dos indicativos muy importantes. Uno es el LDL, o “colesterol malo” que se ha de tener en el nivel más bajo posible. Es el que se acumula en las arterias y puede provocar el infarto. Se puede eliminar a través del hígado gracias, en parte, al “colesterol bueno”, el HDL. Tener niveles elevados de colesterol HDL se asocia a longevidad. Para fortuna de las mujeres, hasta la menopausia están más protegidas. Por cuestiones hormonales suelen tener “el colesterol bueno” más alto que los hombres.
Lo ideal es tener el LDL por debajo de 100 mg/dl y el HDL por encima de los 40 los hombres y 50 las mujeres. En ocasiones se pueden compensar. Hay personas que tienen el colesterol alto, pero si les miramos los dos tipos de colesterol, “el bueno” y “el malo”, vemos que tienen “el bueno” muy alto y en esos casos puede no ser necesario el tratamiento con medicamentos. Sin embargo, la mitad de la población está por encima de los límites deseables.
Existe una gran relación entre los niveles de colesterol y las enfermedades cardiovasculares. Si además se tienen los triglicéridos altos, el riesgo se multiplica. El tabaco, la obesidad, la hipertensión y la diabetes son factores determinantes de la hipercolesterolemia. La gran mayoría de casos que llegan al infarto, acumulan más de uno.
El colesterol depende además de tres aspectos muy importantes: la alimentación, la genética y el ejercicio físico. Su buena combinación va a determinar nuestra salud. La dieta mediterránea es la más aconsejada. Las grasas vegetales, como puede ser el aceite de oliva o los frutos secos, pueden tener efectos beneficiosos. Los frutos secos ayudan a bajar el colesterol LDL. Las nueces tienen además omega3 y tomadas antes de comer, tienen un efecto saciante.
Los beneficios del ejercicio físico sobre la salud son bien conocidos. Concretamente en la prevención y tratamiento de la hipercolesterolemia, el ejercicio produce un descenso de los niveles de colesterol LDL y un aumento de los de colesterol HDL, obteniéndose así una relación favorable de cara al riesgo cardiovascular. Esto es muy importante puesto que a pesar de que existen fármacos muy eficaces para tratar el exceso de colesterol-LDL, para el tratamiento farmacológico de los niveles bajos de colesterol-HDL, no hay fármacos tan eficaces. La actividad física aeróbica como pasear, correr, nadar o ir en bicicleta son las más beneficiosas para normalizar el colesterol y se debe practicar de forma regular y constante.
(*) Farmacéutica