En mi juventud se decía que en un futuro los humanos no necesitaríamos hablar para comunicarnos, algo que poco a poco se va demostrando en los distintos salones de nuevas tecnologías.
Lengua, según diría el diccionario del futuro es: «órgano sexual que los antiguos usaban para hablar».
Si, para hablar, porque para escribir el humano de hoy, el del futuro de aquel pasado, no usa ni la lengua ni conoce la lengua y mucho menos su ortografía y gramática. A saber la diferencia entre una y otra ¿NO?
Dando una vuelta por redes sociales y páginas de anuncios de compra venta, servicios y empleos el nivel ortográfico raya la delincuencia, verdaderamente indecente.
Ahora me pregunto si sólo es en castellano, mi nivel de comprensión del valenciano o el catalán (anótese que los separo) no es suficiente como para detectar si algo está bien escrito o no.
Supongo que será peor en los casos de aquellos que han asistido a clases de valenciano y castellano.
Las faltas de ortografía no son otra cosa que el resultado de falta de atención y el ejercicio de lectura como hábito en nuestras vidas.
Mediante redes y por mi trabajo conecto con mucha gente de toda España, de todas las clases socioculturales y, es un bajo nivel ortográfico y gramatical de una mayoría demasiado inmensa.
Muchas de esas personas se declaran lectoras irremediables, pero si así fuese, así no escribiriesen.
Universitarias/os o gente que sólo ha cumplido con la escolaridad básica, no siempre es porque en valenciano se escribe de una manera y se han confundido, estas barbaridades pasan en toda España donde no hay duplicidad de idiomas o dialectos populares.
Sigo preguntándome si aquellos que tanto luchan por conservar un idioma como el valenciano, catalán o vasco, ponen el mismo empeño en conservar el castellano.
Al castellano ya se le castiga bastante, nuevas palabras que se aceptan por estar integradas en las sociedades o letras que ya no se usan como antes, acentos que ya no van o verbos que se incorporan a raíz de nuevas palabras.
Hablo muchas veces de este tema con gente joven y de la otra, en demasiados casos me encuentro con la respuesta fácil y triste, muy triste: «total ¿qué más da?».
Como todo, si no se conserva como en origen, se va deteriorando y deformando hasta convertirse en otra cosa que no es la auténtica.
Por tanto, el mensaje a quienes defienden un idioma es que ya que lo defienden, que lo hagan bien.