– ¿Hace mucho que espera el autobús?
La pregunta la hace una señora, ya mayor, con aspecto de estar aterida, aún que está envuelta en un abrigo algo ajado y por una bufanda que le tapa media cara.
– No sé -le contesto-, acabo de llegar. Además hoy es el primer día de mascletà y los autobuses se retrasan.
– Es cierto -contesta-. Pero yo creo que es por los recortes, que han disminuido los autobuses en ciertas líneas.
– A los recortes les pasa como al euro y la entrada en la Unión Europea, que tienen la culpa de casi todo-, comento por decir algo.
– Y que lo diga, porque a mí me han hecho arrancar unas viñas que tenía en mi pueblo y en el baldío tampoco me dejan plantar trigo.
– Lo mismo me ha pasado a mí en las tierras leonesas, en las que hay que pedir autorización al sindicato agrario y comprar autorizaciones para replantar los viñedos.
Se explaya en sus quejas, ampliándolas a la pertinaz sequía, que le va hacer perder la semilla porque a estas horas ya debía estar brotando y apenas si se ven los brotes y los que se ven no son verdes sino amarillentos y mortecinos.
– ¿De cereal?, pregunto.
– ¡No!, en mi tierra no se planta cereal. Se plantan garbanzos- afirma muy categórica, como si le hubiese mentado a sus antepasados. La señora pone cara de enfado, cuando dice.
– Encima, lo mismo la Junta les pone a mis hijos una multa, como mínimo.
– Y ¿eso?
– Porque podaron las cepas y amontonaron los sarmientos podados y les prendieron fuego. Justo en ese momento, el helicóptero de la Junta pasó por encima de la fogata y como no habíamos pedido permiso… En fin, ni viñas, ni uvas, ni vino, ni garbanzos y encima pagaremos una multa. ¡Ya ve!- se lamenta.- Los pobres que están en el paro y se dedican a cuidar del terreno, por hacer algo.
– Eso es para prevenir los incendios forestales-, le digo, para consolarla.
– Los incendios forestales por fogatas solo pasan en Catalunya, que son unos descuidados -arguye-. Ya ve la que se ha liado con los incendios en Lérida.
– También los ha habido en Aragón, añado.
– Pero los de Aragón han sido fortuitos, que lo han dicho en la tele.
Viene el autobús ¡por fin! y la conversación se acaba de pronto. La señora rebusca en su bolso el carné de jubilada para pagar el billete, mientras yo le doy al conductor 1,50 euros que vale el billete para todos los públicos.
– ¿No valía 1,30 euros?
– Ha dicho usted bien. Valía. Pero la empresa está en crisis. ¡Cómo no