El aeropuerto de l’Altet de Alicante es el que más pasajeros ha perdido de todos los que reciben turistas, con un 12,4% de pérdidas desde que se inició el año, que son unas 300.000 personas menos las que lo han utilizado. Este descenso es atribuido, ¡como no!, a al crisis, a la desaparición de la compañía Spanair y al contencioso que hay con Ryanair, esa compañía de «low cost» y «lower services».
Si vemos que el otro gran aeropuerto de nuestra Comunidad, el de Manises-Valencia, que también ha perdido viajeros, del orden de 8,6%, deberemos pensar que el trasporte aéreo está, valga la paradoja, por los suelos, aunque se están potenciando esas compañías del trasporte borreguero, de «low cost», incómodo, con mal servicio y en el que pagas barato el billete, pero hay que pagar todo lo demás, hasta el más mínimo y necesario servicio.
Claro, que si comparamos el coste del viaje por avión con el que cuesta el tren, tanto los de alta velocidad como los, cada vez más escasos, trenes-hotel, la diferencia es considerable en favor del trasporte aéreo. Hay que matizar que en ferrocarril, las estaciones están en el centro de las ciudades, al menos, las ciudades europeas, mientras que los aeropuertos están en la periferia de las ciudades, alejados de los centros comerciales y turísticos.
Todo ello no fue óbice, valladar, ni cortapisa para que hubiese capitales de provincia que se lanzaron a la construcción de aeropuertos, por ejemplo Ciudad Real, que han tenido que cerrar por falta de actividad. Y no hablemos mucho del aeropuerto fantasma de Castellón, que ni tan siquiera ha tenido un vuelo que lo inaugurara, comercialmente al menos.
Si vemos que hay un aeropuerto en Basilea (Suiza), que da servicio a Mulhouse (Francia) y a Friburgo (Alemania), esta última ciudad a unos 70 kms, puede resultar inconcebible para los que manejan los dineros europeos que se construyera ese aeropuerto a menos de 100 kms de un aeropuerto infrautilizado como el de Manises-Valencia. Quizá por eso, sean más proclives a financiar trenes de alta velocidad, como el Corredor Mediterráneo, de cuyo trazado se ha excluido a Dénia, aunque mejor diríamos que nunca ha sido contemplada como una posible estación de parada. Naturalmente, tampoco nos podremos enfadar mucho, porque con el Corredor Mediterráneo ya se ha organizado una buena polémica, pues se cuestionó el mismo en favor del Corredor Central, que pasa por Castilla-La Mancha, Madrid, Aragón, tropezando con la muralla de los Pirineos, que para traspasarla, además de las reticencias ecologistas, se une el coste del túnel que cruzaría la cadena montañosa: unos 6.000 millones de euros.
Y es que en este país, todos los pueblos quieren tener aeropuerto, AVE, auditorio y puente sobre el río, aunque haya que traer el río. España es diferente.