Dicen los científicos, filósofos, teólogos, etc. que lo que diferencia al ser humano del resto de los animales es la razón y las derivaciones de ella, como el lenguaje, la escritura. ¿Sabemos algo del lenguaje de los animales? ¿Que dice un perro cuando ladra? ¿O un mono cuando aúlla? ¿Una paloma cuando zurea? No lo sabemos, pero existe el convenio que eso no es un lenguaje racional. ¿Sabemos que piensa un perro cuando le pasas la mano por el lomo? ¿Que piensa el toro, cuando le clavan las banderillas? ¿O si los monos piensan algo cuando les ponen en una cápsula espacial? Mejor no saberlo, porque a lo peor nos avergonzábamos de nuestra racionalidad.
Lo que es un producto esencialmente humano es la cultura, en sus múltiples manifestaciones, que comienza con la educación, que nos atempera los instintos, nos modera la agresividad. Los rasgos culturales no son un producto que, obligatoriamente, proceda de una actividad laboral. Cuanto más culto es un ser humano, más detesta el trabajo manual. Por eso, nobles e hijosdalgos, no han querido dedicarse a actividades manuales, en los siglos gloriosos en los que solo se dedicaban al arte de la guerra, no se crean que para aumentar sus riquezas, que también, que a nadie le amarga un dulce, sino por el placer de hacer sentir a los demás mortales, eso precisamente, su capacidad de morir a sus manos, de ser más fuertes y más ¿seres humanos? Cuando ya no se dedican al arte marcial, porque la guerra se ha proletarizado, han vuelto sus miradas hacia aquello que tanto despreciaban, al enriquecimiento especulativo, que han aprendido de la burguesía, que les combatió y les arrancó privilegios, en sucesivas revoluciones.
Volvamos a la Cultura. Cuanto más culto es un ser humano, menos tiempo le dedica a trabajar, o eso cree el que está metido delante de unas cuartillas, emborronándolas de palabras. También, los que están delante de lienzos, donde se acumulan los colores y las formas, o de planos en los se que plasman retorcidas formas de edificios majestuosos. Ninguno de esos da el patrón de ser humano en estado puro. Hay animales que emborronan paredes con pinturas o construyen complicados nidos, sin que a nadie le pase por la cabeza que lo puedan hacer conscientemente. A lo sumo, todas esas manifestaciones las atribuyen al instinto, al acumulo de experiencias.
El ser humano por excelencia es el que se dedica a divertirse, a disfrutar de la vida y de los placeres que les proporcionan otros seres racionales e irracionales, que para eso están, para servirles.
Si piensan un poco, cada vez hay menos seres humanos, es decir los que se incluyen en esa cualificación de seres divertidos, que deben ser también improductivos y parásitos. La Humanidad está condenada a desaparecer porque no hay suficiente trabajo para todos, ni éste produce suficientes productos para que haya individuos que se dediquen solo a divertirse. Hay que mantener un nutrido grupo de seres trabajando y produciendo, a los que habrá que alimentar, vestir, encerrar en habitáculos. El problema se produce con los que sobran. Es un problema que todavía no ha resuelto ninguna civilización, por ahora.