GLORIA MARTÍ (*)
Todos tenemos la experiencia de que a veces no prestamos atención a las cosas aun sabiendo que es necesario, por ejemplo concentrarnos en estudiar para un examen, o que nos distraemos fácilmente porque por ejemplo oímos un ruido a nuestro alrededor… Entonces de forma continua la mayoría de personas sufrimos algún fallo de atención pero ¿cuándo podemos hablar realmente de un problema atencional?
Un problema atencional se refiere a aquellos fallos en los mecanismos de funcionamiento de la atención que producen una falta de adaptación a las exigencias del ambiente. En el caso de los niños este problema es bastante importante porque suelen tener problemas de rendimiento escolar, entre otras cosas. A pesar de tener un cociente intelectual normal es muy frecuente oír cosas como: ese niño que parece que está siempre en Babia, le digo las cosas y parece que no me oye, pasa una mosca y se distrae…
Pero también tenemos que tener en cuenta que el desarrollo de la atención es un proceso gradual que depende básicamente de la edad, por lo que muchas veces es posible que ese niño que creemos que tiene este problema no lo tenga realmente, sino que, por su edad o nivel de desarrollo, aún no ha adquirido un nivel atencional óptimo. Entonces teniendo en cuenta la edad del niño podremos exigirle o no que se concentre en una tarea, que sea capaz de realizar tareas monótonas, etc. Por ejemplo, si pretendemos que a los 5 años el niño intente atender al profesor y al mismo tiempo que no se distraiga viendo cómo otros niños juegan le estamos exigiendo demasiado, porque está claro que los niños tienen un mayor número de dificultades de atención que los adultos porque aún tienen que desarrollar esta habilidad.
Un niño tiene problemas de atención cuando manifiesta conductas de falta de atención como:
– Oscilaciones continuas de la atención por presencia de distractores (cuando el niño se orienta continuamente hacia cualquier estímulo que aparece en el ambiente, no suele acabar casi nunca ninguna tarea de las que empieza, etc.)
– Y cuando tiene un bajo rendimiento en pruebas o tareas que exigen fundamentalmente habilidades atencionales (no conseguir concentrarse en el estudio y por tanto no recordar casi nada de lo estudiado al día siguiente).
Pero hay que tener cuidado, porque si una disfunción atencional es la falta de adaptabilidad a las demandas del ambiente, esto puede ocurrir tanto por defecto como por exceso. Normalmente nos centramos en el defecto, pero un exceso de concentración puede también provocar una falta de adaptabilidad al medio en la medida en que ese niño no responde a otros estímulos del ambiente ante los que debería reaccionar (hay niños que pueden estar muy concentrados en un juego hasta el punto de que ni oyen lo que pasa alrededor) y esto también puede ser un grave problema.
(*) Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.