INÉS ROIG (*)
La autora estadounidense Anita Loos ya señalaba en 1925 en su novela «Los caballeros las prefieren rubias» la atracción que ejercían en el género masculino las cabelleras centelleantes. Hoy, son las mujeres las que prefieren volver a ser rubias o apostar por tonos claros.
La fascinación por este color se debe a que es un tono natural poco común en España. En nuestro país sólo un 13% de las mujeres son rubias de nacimiento. Sin embargo, aunque el color más habitual de cabello es el castaño oscuro, a la hora de escoger coloración, el rubio es el más solicitado. De una forma o de otra, lo cierto es que los tintes pelean contra la genética española y dos de cada tres mujeres que lucen cabello claro son teñidas. El rubio, representa una buena parte de las coloraciones que se llevan a cabo en los centros de belleza profesionales. Es una obviedad que, comercialmente para el salón de belleza, las rubias son más rentables ya que una mujer que se tiñe o lleva mechas necesita más cuidados para lucir una melena sana y resplandeciente.
El papel de las suecas asociado durante la primera mitad del siglo XX a un tipo específico de mujer, con determinada posición social y alto poder adquisitivo, el rubio también fue el tono distintivo del turista llegado del norte de Europa durante los años 60, principalmente de procedencia sueca y con curvas. Supuso el descubrimiento de fenómenos sociales hasta entonces desconocidos como la liberación de la mujer e impulsó, entre otras cosas, las ganas de probar aquello que no se poseía: el cabello rubio. A la revolución de minifaldas y biquinis, se unió el ánimo de la fémina española, morena, por experimentar con esas tonalidades.
Las razones por las que las mujeres deciden aclarar su pelo son variadas. En términos estéticos cubre mejor las canas y las camufla por más tiempo. Asimismo, es una tonalidad que suaviza las facciones, disimula las arrugas prematuras, esconde mejor los signos del cansancio y aporta mucha luminosidad al rostro. Además, un corte de pelo, al igual que los peinados en general, se aprecia mucho mejor en melenas rubias.
Los expertos creen que es sinónimo de juventud y aseguran que «la mujer no envejece, se pasa a rubia». Con los años, las féminas tienden a aclararse el cabello para mitigar las huellas de la edad pero, hay que buscar tonalidades naturales ya que se podría obtener el efecto contrario.
Históricamente el rubio también se ha ligado al éxito o a la sensualidad. Siempre se asoció una melena rubia a mujeres icónicas, bellas, sensuales, exitosas, glamurosas, poderosas a las que muchas querían imitar. Pero no todo es éxito o sensualidad. Las rubias, igual que los estigmatizados habitantes de Lepe, cargan con el estereotipo de tontas que, leyenda o no, la sabiduría popular se ha encargado de promover.
Con más neuronas o menos, el rubio gusta y siempre está presente en cualquiera de sus versiones (discretos reflejos, mechas, tinte total…). Prueba de ello es que un alto porcentaje de las mujeres en algún momento de su vida se han atrevido a lucir mechones de oro.
(*) Farmacéutica