El nuevo perfil de turista huye de los lugares masificados y se aloja con su grupo burbuja
La pandemia sanitaria lo ha cambiado todo, mires por donde lo mires, tanto a nivel de la sociedad en general como en los comportamientos individuales. Y eso se nota también a la hora de viajar porque hay restricciones en los vuelos, confinamientos perimetrales, miedo al contacto e incertidumbre ante el mañana. Aún con eso, no nos conformamos con estar en casa –y más después de la experiencia del confinamiento- y nos escapamos cuando podemos, un par de días o tres, aprovechando los fines de semana, un puente o fiestas que no celebramos. Los grandes beneficiados han sido los destinos de interior para disfrutar de la naturaleza, al aire libre, y sin la necesidad de llevar la mascarilla 24 horas al día. Las casas rurales cotizan al alza y hay que reservar lo más pronto posible para hacerte con una en las fechas deseadas. Y en la costa disfrutamos de la brisa del mar pero renunciamos –si se puede- a la primera línea y a los hoteles. El alquiler de viviendas aisladas y unifamiliares –con piscina incluida, mejor- ha crecido como la espuma y ha salvado la temporada de las empresas del sector.
El nuevo perfil del viajero busca naturaleza, espacios abiertos, lugares no masificados y cercanos a su domicilio. Además se aloja solo con los suyos, es decir, con su propio grupo burbuja. Turismo familiar o, como mucho, con una pareja de amigos. Y te lo montas todo tú mismo, nada de viajes organizados. Y al extranjero, ni hablar porque la pandemia no entiende de fronteras, hay que llevar una PCR negativa en la mano y, en muchos destinos, es obligado pasar un confinamiento que suma días de estancia y pasa factura a la tarjeta de crédito.
La tendencia a sustituir el alojamiento en grandes complejos -en los que se comparte el restaurante, la piscina y demás servicios con cientos de personas- por casas rurales o aisladas ya se dio en el último verano y continúa hoy.
La responsable de la Tourist Info de la Vall del Pop, Nuria Castells, corrobora que “la gente busca ahora recursos naturales, al aire libre, lo que llamamos turismo activo”. En este sentido, las rutas de senderismo son lo más demandado en cuanto a información. Y la Vall del Pop ofrece no sólo la Serra de Bèrnia sino otras posibilidades para descubrir pueblos del interior como Xaló, Llíber, Senija, Murla y Benigembla con los cinco sentidos, gracias a un código QR.
TURISMO DE CASA
No podemos salir de nuestra comunidad y, por tanto, los turistas son “de casa”, nunca mejor dicho. María Ángeles Martínez es la gerente de la Casa Rural El Riberer, en Benissa, y comenta que “hay más clientes desde el verano y vamos a más. En los meses de octubre o noviembre no entraba gente entre semana y eso cambió”. Son valencianos y valencianas que salen de su ciudad en fechas señaladas como las fiestas de la Magdalena, de Castellón, el Día del Padre o las fallas, por citar algunas. Y de cara a la Semana Santa y Pascua colgará el cartel de COMPLETO. “Teníamos una reserva de unos clientes de Barcelona y es la única que se ha cancelado”, comenta Martínez. “La gente quiere cambiar de aires”, cuenta, “y viaja la familia unida lejos de contagios y en lugares amables en los que se sienten como en su casa”.
Agueda Sala alquila una bonita casa de campo, La Lloma, situada en la partida rural de Pinos, a la falda de la Serra de Bèrnia. Para el puente de Sant Josep está ya reservada y también para Semana Santa y Pascua “e incluso para una semana después. La verdad es que ahora hay mucha más demanda”, comenta. Sus clientes son “gente de Alicante y Valencia que no tiene casa de campo y quiere disfrutar del aire libre, en un entorno tranquilo y agradable”. La pandemia ha sido positiva para este sector “porque el año pasado también pude alquilarla más de lo que era costumbre y todo esto se ha notado para bien”, añade.
El Hotel Rural Serrella de Castell de Castells, uno de los referentes del turismo de interior de la comarca, lleva un año de vacas flacas por la pandemia. Desde que estallara la crisis se cancelaron las excursiones de grupos de extranjeros que ocupaban el hotel toda la semana. Ahora solo abre viernes, sábados y domingos, y la ocupación del hotel apenas alcanza el 50% (tiene 16 habitaciones) y para estancias cortas de uno o dos días. Además, las restricciones impuestas a la hostelería también perjudican al negocio. “Fuera en la terraza, con el frío que hace aquí, no se puede estar”, aseguran desde la dirección del hotel. Y para la poca ocupación que puede haber en el interior, no vale la pena.
Sin embargo, los fines de semana de San José y Pascua se espera que sean buenos, a pesar de la amenaza de lluvia para estos días que han provocado alguna cancelación. Pero las reservas están al límite -para Semana Santa apenas quedan dos o tres habitaciones- y se espera el lleno total. “Pero con dos fines de semana tampoco vamos a salvar la temporada”, advierten.
Por razones obvias, el turismo es totalmente valenciano. “También nos ha reservado algún extranjero, pero que son residentes en la Comunitat Valenciana”, aclaran desde el hotel.