La tiranía del bienestar

INÉS ROIG (*)

Trabajar cansa y hemos cruzado un invierno. Durante el curso que queda atrás, el fenómeno del bienestar (léase wellness) ha terminado de explotar. Proliferan las empresas dedicadas a los zumos detox, cada día hay más runners recorriendo las ciudades y palabras como mindfulness, smoothies y crossfit son de uso común.

¿Cómo influye la sobrecarga de moral saludable? ¿Afecta a la autoestima? ¿Puede generar sentimientos de culpa si no se cumplen sus mandamientos? ¿Hasta qué punto es óptimo seguir estas tendencias? ¿Está la revolución del bienestar camino de convertirse en tiranía?

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El asunto de la comida se ha llevado a dos extremos, o es un placer por el que necesitas sentir culpa o es un sacrificio o un castigo que se percibe como la única manera de estar en forma, o peor, la única manera de ser saludable, cuando la realidad está justo en el medio: la comida es un placer por el que no hay que sentir culpa y si se disfruta con moderación te lleva tanto al cuerpo que quieres como a la salud que buscas.

Vivimos en la sociedad de la excelencia, la sociedad de los resultados que no permite disfrutar de los procesos, la sociedad de los ritmos frenéticos que no entiende de contemplación porque nos lleva corriendo a nuestra sesión de mindfulness. El problema no es que nos animen a cuidarnos, el problema es que debemos hacerlo perfecto, algo así como un grado universitario de la salud, con asignaturas como alimentación ortoréxica, ejercicio físico intenso, inteligencia emocional, abstinencia a cualquier tipo de tóxicos y otros créditos que debemos defender con nota si no queremos caer en el saco de los apestados por el estigma de la imperfección. Se nos traslada la responsabilidad de no ser suficientemente sanos, delgados, atléticos, guapos y emocionalmente estables sin tener en consideración las variables individuales.

La moda detox es algo que puede servir para una pérdida de peso rápida (o más bien de volumen) para un momento determinado o para hacer una depuración puntual del organismo. Como casi todo, si se hace de manera muy puntual y controlado puede ser beneficioso o, al menos, no contraproducente. Aunque alimentarse tres días a base de zumos no es la forma más recomendable de perder peso o depurar el organismo. Y, además, al introducir de nuevo el resto de alimentos podría producirse el temido efecto yo-yo.

Los extremos no son buenos ni hacia un lado ni hacia otro. Con comer sano, hacer ejercicio a diario y descansar adecuadamente cierto número de horas al día podemos llevar un estilo de vida saludable. No hay que obsesionarse ni con lo bueno ni con lo malo.

Con el buen tiempo, las calles también se llenan de runners. El número de gente que ha empezado a correr se ha multiplicado por cinco en los últimos años. Y el fenómeno no cesa. Aunque hay diversidad de opiniones sobre estas modas de la salud, ante la pregunta de si se nos está yendo de las manos la cultura del bienestar, todos coinciden en que no. La clave está en no obsesionarse. Un ejercicio extremo y no controlado en una persona que no lo necesite por algún motivo en concreto (competición, desarrollo profesional), que lo «aguante» regular o que no cuente con un entrenador o profesional que le oriente para hacerlo, puede llevar desde a una pérdida de peso excesiva hasta un desarrollo de la musculatura muy pronunciado y en ocasiones no deseado… Los efectos son múltiples. No obstante el ejercicio de por sí es positivo y saludable.

(*) Farmacéutica

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