El cuerpo de Silvestre Calafat vuelve a casa

Los restos del primer exhumado de las fosas de Alicante que regresan a Dénia descansan ya junto a los de su esposa en el cementerio

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Vida Calafat Pérez tenía solo dos años cuando fusilaron a su padre, el 30 de noviembre de 1940. Fue en Alicante, a donde había sido trasladado el día anterior desde la prisión de Dénia. Ella no guarda recuerdos de él porque era muy pequeña. Prácticamente no lo conoció. Pero sí recuerda todo aquello por lo que tuvo que pasar por ser hija de quien era. Marcadas, señaladas y apartadas, ella y su madre salieron adelante a base de trabajo y de lucha. Nunca se rindieron ni dieron nada por perdido. Hace apenas unos días, a los 87 años, ha podido hacer realidad el mayor deseo de su madre: traer a Silvestre a casa.

Han tenido que pasar 85 años para que el cuerpo de Silvestre Calafat Mengual haya recibido una sepultura digna. Sus restos descansan desde mediados de marzo en el cementerio de Dénia junto a los de su esposa, Rosa Pérez Rodríguez. Ha sido el primer exhumado de las fosas de Alicante que ha regresado a Dénia. El proceso ha sido largo pero ha merecido la pena. “Ya lo tengo donde yo quería, en su casa y junto a mi madre”, dice Vida.

No se le dio publicidad ni se celebró una ceremonia pomposa. Silvestre fue enterrado en la intimidad. A la ceremonia asistieron, además de Vida, sus dos hijas, su nieta y su yerno, todos ellos desplazados desde Alemania. Les acompañaron el pastor evangélico Jorge Pastor, que ofició la ceremonia, dos arqueólogos del equipo de Drakkar Consultores, que ha llevado a cabo las exhumaciones de la fosa 14, y dos representantes de la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo del Cementerio de Alicante (AFRFCA). Fue un acto de despedida pero también, como dijo el pastor, “de dignidad y justicia”. Si la lluvia se asocia a los días tristes, en este caso acompañó una jornada de felicidad. Porque ese día, Vida descansó.

Atrás quedaron las pruebas de ADN, la burocracia, el papeleo y los trámites oficiales. Un proceso largo que se inició en 2021, cuando la asociación, en un intento de encontrar a los familiares, difundió la lista de los cuerpos de los republicanos asesinados tras el fin de la guerra que fueron arrojados a las fosas de Alicante que se iban a excavar.

El principio del fin

Vida Calafat vive desde hace muchos años en Alemania, donde rehízo su vida tras perder a su primer marido en un accidente fatídico. No ha perdido nunca el contacto con Dénia, donde ella y su segundo marido han pasado largas temporadas. Ella y su madre han profesado la religión evangélica y durante su estancia en la ciudad, en su casa del Carrer Fora Mur, ha mantenido viva la relación con Jorge Pastor y su iglesia. Fue precisamente él quien se dio cuenta de que en la lista que difundió la asociación de represaliados figuraba el nombre de su padre. La buscó y se lo comunicó, y ella vio la oportunidad de hacer realidad el sueño de Rosa. “En ese momento se me abrió el cielo”, señala. “Yo he sido muy escasa de familia y la asociación”, añade, “es para mí como una familia”. David, su hijo, contactó con AFRFCA y ahí empezó todo.

El camino no ha sido fácil. Ha habido momentos duros, de incertidumbre, de pensar que todo estaba perdido. Ha sido en esos momentos, cuando creía que tocaba fondo, “cuando ellos me han levantado”. A la asociación y a su iglesia les está especialmente agradecidos, “porque sin su ayuda tal vez no hubiese sido posible traer a mi padre de regreso a casa”.

“Fui educada para no crecer en el odio» (Vida Calafat)

Quiso la casualidad que durante uno de sus viajes a Dénia se excavase la fosa 14. Manifestó su deseo de visitar el cementerio de Alicante y quedó con la secretaria de la asociación, Fani de Haro, que se prestó a acompañarla. Por un imprevisto de última hora tuvieron que retrasar la visita al día siguiente. Justo estando ellas allí, mientras se realizaban los trabajos de exhumación de los últimos cuerpos de la fosa, apareció el esqueleto de su padre. Por descarte, al haberse podido identificar los demás restos por la información de que se disponía -si a alguno le faltaba algún miembro, por ejemplo- supieron que el cuerpo de Silvestre era el que estaba más abajo. La impresión, recuerda, fue muy grande.

Una manta en el balcón

Silvestre Calafat Mengual, hijo del primer alcalde de la II República, José Calafat Cabrera, era mecánico naval y de coches. Su madre le contaba a Vida que, por su trabajo, había viajado a lugares como Argelia, Casa Blanca o Costa de Marfil. En la posguerra, madre e hija pasaron muchos apuros económicos. Sufrieron el vacío de buena parte de la sociedad y no encontraron el respaldo familiar que necesitaban. Trabajaron duro. Su madre en una fábrica de juguetes. Ella cosiendo, en el campo y envasando pasa, “en lo que saliera”. Pero la situación económica seguía siendo precaria y se vieron obligadas a vender los objetos y recuerdos que su padre trajo de sus viajes. Casi todos. Porque ella todavía conserva dos elefantes de marfil a los que tenía especial cariño y una preciosa manta que trajo de Fernando Poo.

“Nunca quise vengarme ni levantar pólvora, solo justicia” (Vida Calafat)

Pese a las dificultades, asegura que “me educaron para que no creciese en el odio” y que, ante el rechazo de que fue objeto de niña, siempre mantuvo el orgullo de ser quien era.

El nombre se lo puso su padre. Era la pequeña de cuatro hermanos y los tres anteriores habían fallecido. Silvestre decía que su hija había nacido libre y no debía ser obligada a nada. Durante el franquismo quisieron cambiarle el nombre de pila, por aquello de que no era católico, pero ella se resistió siempre a renunciar al suyo y a utilizar el que le pusieron. Es más, su nieta alemana que la acompañó en el último viaje se llama Vida.

Cuando Vida Calafat enviudó tenía 23 años, estaba embarazada y tenía una hija de 2. Fue un tiempo difícil. Con las niñas pequeñas tomó la decisión de marcharse a Alemania con una amiga para buscar trabajo. También allí trabajó duro. Pero lo más duro fue estar separada de sus hijas, que se quedaron con la abuela

A los pocos años, rehízo su vida con otro hombre, Leo, y se llevó a su madre y a sus hijas a Alemania. Por su delicado estado de salud, su esposo no la pudo acompañar en el viaje a Dénia para dar sepultura a su padre, “pero me animó a venir y a terminar lo que había empezado”. A Dénia se trajo los restos de su madre en 2023, con vistas a reunirlos con los de su padre.

Vida asegura que “nunca he querido vengarme ni levantar pólvora, solo justicia”. Lleva en el cuello una cadenita con un botón y un anillo. El botón pertenece a la camisa que llevaba su padre cuando lo fusilaron. El anillo es la alianza de boda de su madre. “Ahora están otra vez juntos”, comenta con satisfacción.

Hace apenas una semana, tenía previsto regresar a Alemania. Antes, el 19 de marzo, día del padre, sacó al balcón la manta de Fernando Poo. Ese día lució el sol.

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