El ‘comandant’ hacia las tres o las cuatro según la época (cuando el día se alarga se hacían antes a la vela), ordena la puesta en marcha; las voces se repiten por el ‘menaor ‘ en la segunda barca y por los contramaestres; los pescadores inician la tarea de izar la pesada vela latina con acompasados tirones hasta alcanzar la altura prevista a lo largo del palo inclinado y que el fresco vientecillo o brisa vaya hinchando las velas y poder hacerse a la mar cuando las barcas inician su lento y ondulante caminar sobre las aguas con el entorno aun oscuro si bien una mínima e incipiente claridad en el horizonte comienza a vislumbrarse.
Hay que decir que una barca de bou de tipo normal tenía unos 60 ó 65 palmos, es decir, entre 12 y 15 metros y los palos que aferran la vela -el car y la pena- unidos debían ser una vez y media la longitud de la barca, por lo que las faenas de izar y arriar la vela era muy pesadas y mucho más cuando el viento era fuerte.
Por otro lado, las barcas salían con una idea que luego el viento o la clama blanca hacían cambiar. Si el viento era fuerte el comandant mandaba hacer el risso en la vela, pero si era favorable soltaban el davant y ésta surcaba las aguas con más rapidez.
El comandant iba mirando los puntos de referencia y cuando algún detalle le indicaba que podía haber pesca, mandaba colocar la barca cara al viento con el fin de que no caminara y lanzaba la sonda al agua, para ver que tipo de fondo había.
En estos primeros momentos del día hay turnos de guardia establecidos en los que dos pescadores permanecen vigilantes sobre el mar y el rumbo de la embarcación, mientras los demás están realizando las labores propias para que al iniciarse el momento de calar, todo esté dispuesto.
También al inicio del trabajo el cocinero prepara el café; los hombres no han tomado nada antes de salir y el enciende el ‘nafer’ iluminando la reducida estancia con un cresol que permanecía colgado del ‘pal’. Sobre el fogón el café de calcetín que toman todos con verdadero deseo para calentarse por dentro y quitarse un poco la humedad del cuerpo. Han transcurrido unos tres cuartos de hora desde que han salido del muelle.
Mientras tanto siguen navegando si el viento es bueno y el sol pugna por salir e iluminar con mayor intensidad la zona. ‘A l’ixir el sol, el calder al foc’, el cocinero va preparando el esmorçar consistente en guisado de sangacho, creilles i çeba o bullit de bacallat i fesols bullits, arròs, y siempre pescado en ocasiones asado cobre las ascuas del nafer y atravesado por el ast (aspetó) que como eje le hace girar sobre el fuego hasta adquirir el punto exacto de asado.
Los pescadores sobre la barca siguen con su trabajo mientras van dejando una estela espumosa que poco a poco va desapareciendo, cuando las aguas, ya calmadas, se confunden con la ondulante superficie del mar. Van hablando del tiempo o de la posible pesca que esperan obtener con ilusión. Ya saben que en sus comentarios no deben mencionar a animales largos (serps) ni raboses, pues son indicios de mala suerte. (otras supersticiones son las de dejar un ‘quarter’ al revés o el número 13 (cuando cuentan lo hacen saltándolo: … diez, once, doce, una, catorce, quince…).
GLOSARIO
– El risso consistía en reducir la superficie de la vela en 1, 2 o 3 cuartos con el fin de ofrecer menor resistencia, para ello se recogía por la zona de las ‘bandas dels rissos’
– La sonda consistía en una sisga con un trozo de plomo al final. El plomo se embadurnaba de grasa de cordero piada (sebo o greix de borrego) con el fin de saber si el fondo marino era de roca o de playa.
– El nafer (anafre) es el pequeño hornillo que e alimenta de carbol y que está situado en la parte interior de la barca, encima del piso de madera que existe sobre la zona lastrada de la barca (las barcas se llenaban de piedra en su zona inferior a modo de lastre, y sobre este se colocaba el ‘pallol’ o piso de madera) entre el palo o pal y la proa.