INÉS ROIG (*)
Cuando decimos que el hombre es un animal superior, nos referimos a que es más inteligente que los demás por contar con la facultad para pensar, comprender, razonar y procesar la información de forma lógica. La cuestión a lo largo de la historia ha sido cómo medir o detectar esta capacidad. La propia dotación humana, ha llevado al hombre a la creación de los test de inteligencia, esos instrumentos con los que comparar a las personas en cuanto a sus habilidades mentales y cognitivas.
Ahora las investigaciones también se interesan por descubrir si existen rasgos en común entre las personas con superdotación que puedan definirlas. Es decir, qué aspectos, cualidades o actividades comparten. Se valoran todo tipo de factores: desde las actividades de la infancia a los vicios adquiridos.
¿Existen, entonces, indicios externos, más allá del coeficiente intelectual, para identificar a las personas más brillantes? Estos son algunos muy curiosos que colocan al que los ostenta más cerca de la genialidad que la mayoría de los mortales.
1. Es el primogénito. En muchas familias lo que dice el hermano mayor va a misa, y no solo lo obedecen el resto de los hermanos, sino que incluso los propios padres aceptan resignados su «superioridad». En la explicación del fenómeno casi siempre se ha recurrido a la premisa de que el primogénito tal vez reciba más atención y estimulación intelectual por parte de sus padres, además de adoptar posteriormente el rol de ayudante de estos en la crianza y educación de los hermanos que vienen a continuación. Ojo: no quiere decir que los pequeños no sean capaces de logros increíbles.
2. Estudió música durante la infancia o adolescencia. Los niños que se forman en materia musical desde edad temprana pertenecen a este grupo de personas notablemente inteligentes. La música influye en la inteligencia del alumno, crea conexiones desde su propio sentido de ser. Trabaja conceptos matemáticos y lingüísticos o conocimientos del entorno. Cualquier niño mejora su rendimiento cuando estudia música, y aún más aquellos que se dedican a su aprendizaje a nivel extraescolar. Desarrollan otro tipo de estrategias de índole social y emocional muy positivas y beneficiosas para su autoestima y para el comportamiento en el aula, como el trabajo en equipo y la responsabilidad ante una labor bien hecha en las audiciones y conciertos.
3. Se preocupa con frecuencia. Ser un poco agonías no es tan malo y, bien llevado, es signo de inteligencia emocional, que consiste en reconocer las emociones del otro. Mucho se ha escrito y hablado sobre esta capacidad y su relación con el estrés. Una de las últimas teorías que aportan los psicólogos ahora es que el estrés solamente es malo si uno mismo lo cree así. Las personas que viven el estrés como una oportunidad para superar retos conseguirán, además, mejorar su inteligencia emocional y su resiliencia. Todo esto tiene que ver con la oxitocina, una hormona que interviene en el estrés tanto como la adrenalina. La oxitocina, hormona que se segrega en episodios de estrés, también afina los instintos sociales y nos prepara para fortalecer relaciones cercanas. Promueve el deseo de contacto físico, mejora la empatía y nuestra disposición a ayudar y a apoyar. O lo que es lo mismo: a más preocupación, más oxitocina, más deseo de acercarnos al prójimo y, por tanto, una mayor habilidad para comprender el mundo.
4. Tiene un gato. Un estudio llevado a cabo en 2014, puso en pie de guerra a los amantes de los perros al afirmar que aquellos que tenían gato eran más inteligentes que ellos. Esto se explicó porque probablemente los resultados se debieran a la personalidad de los sujetos: los dueños de perros, que han de salir más a la calle y relacionarse, son personas más alegres y extrovertidas; mientras que los que preferían los gatos pasaban más tiempo en casa, cultivando su cerebro con largas lecturas.
(*) Farmacia Las Marinas.