Otra mentira o una muestra más de ineptitud en determinados cargos públicos ocupados gracias al dedo amigo o pariente.
En los 80 se hablaba de casi ocho mil muertos en carreteras y calles de nuestra querida España.
Lo que no se contabilizaba eran los fallecidos algunas semanas o hasta meses después del accidente, que obviamente, seguían siendo víctimas mortales de ese accidente.
Un informe que jamás tuvo respuesta desde la oficialidad, hablaba de nueve mil muertos al año, algo así como un muerto por hora.
En ese informe ya se sostenía que la culpa de estos accidentes no era de las carreteras en mal estado, la señalización defectuosa y sí lo era la velocidad inadecuada o el consumo de alcohol nada responsable y en muy alto grado la poca pericia del conductor.
Todo vuelve a sus orígenes, analicemos cada punto:
Supongamos que estamos en nuestro trabajo concentrados en hacerlo bien y sin errores porque si sale mal nos pueden despedir, no permitiremos que nadie nos interrumpa, le pediremos unos minutitos y «enseguida estoy contigo», aquí no nos jugamos la vida de nadie, pero pedimos concentración.
En el coche vamos a toda leche, conduciendo con la vista en el móvil o el GPS, discutimos con los niños o la madre mientras encendemos un cigarro (si no es que nos ponemos a liarlo) y no pedimos a nadie que espere hasta que lleguemos al destino.
Si tuviésemos que atravesar un campo de minas o de brasas ardiendo, tomaríamos precauciones, seguro que no nos lanzaríamos con los pies descalzos, entonces, ¿cuál es la razón para ir a altas velocidades si las carreteras están en mal estado?
Deberíamos viajar a una velocidad que nos permita pasar con seguridad por ese punto y luego si tenemos tiempo podemos acordarnos de la familia del ministro de turno.
Si pedimos a los cirujanos que aprendan bien su profesión para que cuando nuestra vida dependa de ellos haya más posibilidades de salir vivos, ¿por qué no nos preocupamos en aprender a conducir con precisión y obtener elevados conocimientos en esa materia?
A los pilotos de aviones se lo exigimos y en definitiva, cirujanos, pilotos y conductores tenemos en nuestras manos la vida de mucha gente.
Esa es la verdadera causa de los accidentes de tráfico, la conducta del que lleva el volante es siempre la responsable.
Nos guste o no, claro.