Un estilo de vida saludable reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares

La nutrición es una de las herramientas más poderosas para cuidar nuestra salud en general y la salud cardiovascular en particular. Se estima que un 80% de las enfermedades cardiovasculares podrían evitarse con un estilo de vida saludable, donde la alimentación juega un papel fundamental.

            La especialista en cardiología del hospital HLA San Carlos de Denia, la Dra. Ydelise Rodriguez explica que, “en el contexto de prevención cardiovascular secundaria, la nutrición es un pilar terapéutico, con impacto directo sobre recurrencia de eventos, progresión de la aterosclerosis, re-hospitalización y mortalidad cardiovascular. La dieta cardiosaludable está rodeada de mitos que han influido en nuestras decisiones alimentarias durante décadas. Muchos de ellos no solo son falsos, sino que pueden resultar perjudiciales”.

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            Uno de los mitos más populares es evitar todas las grasas, para la Dra. Rodriguez, “la relación entre la grasa y la salud cardiovascular depende del tipo de grasa y del patrón dietario en su conjunto. El riesgo cardiovascular está fuertemente influido por procesos como la inflamación, la resistencia a la insulina y el consumo elevado de alimentos ultraprocesados. En este contexto, las grasas insaturadas, presentes en el aceite de oliva virgen extra, el aguacate, los frutos secos naturales y los pescados azules han mostrado beneficios, ya que pueden contribuir a un mejor perfil lipídico y ejercer efectos antiinflamatorios, apoyando así la salud del sistema cardiovascular”.

            También se suele creer que la miel, el azúcar moreno, los siropes o la panela son alternativas más saludables al azúcar blanco por ser “naturales”. A nivel metabólico todos actúan de forma muy similar: elevan la glucosa en sangre, promueven la inflamación y favorecen la resistencia a la insulina, unos de los principales factores de riesgo cardiovascular.

            “Tradicionalmente la sal ha sido protagonista como causa principal de hipertensión, pero el verdadero exceso no está en el salero, sino en el consumo de los productos ultraprocesados ricos en sodio y con bajo contenido de potasio. Se debe tener en cuenta que su impacto depende del patrón alimentario general, no sólo de la sal añadida”, añade la doctora. 

            La doctora llama a prestar atención a los productos “light” que tampoco garantizan salud ya que suelen compensar la reducción de grasa con más azúcar, sodio y aditivos. De igual manera, eliminar por completo los carbohidratos es un error; la clave está en priorizar los que aportan fibra, como verduras, frutas enteras y legumbres.

            Por otro lado, la creencia de comer muchas veces al día acelerante del metabolismo puede confundirse con el picoteo que si es perjudicial ya que mantiene la insulina elevada y favorece la inflamación y la grasa visceral, aumentando el riesgo cardiovascular.             Para la profesional, “la idea de que una copa diaria de alcohol protege el corazón ha quedado descartada. La evidencia actual indica que incluso pequeñas cantidades pueden elevar la presión arterial, alterar el sueño y promover inflamación. No existe un nivel cardioprotector de consumo”. Lo más importante para la doctora es llevar una alimentación basada en alimentos reales, rica en vegetales, proteínas de calidad y grasas saludables. “Reducir ultraprocesados, azúcares añadidos, alcohol, fritos industriales y aceites refinados es esencial para una salud cardiometabólica duradera”, concluye

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