Tic-tac, tic-tac: ¿qué hora es en nuestro cerebro?

INÉS ROIG (*)

La cronobiología es la disciplina que estudia los ritmos que regulan nuestro reloj interno y los ciclos vitales, los de la actividad y el descanso. Los horarios y los hábitos, y sobre todo la luz solar, son el minutero que acompasa y regula nuestra actividad cerebral.
Decimos que el cuerpo funciona como un reloj porque realmente es así, o casi. Nuestro organismo sigue un patrón asombrosamente estable y común para la gran mayoría. A partir de las siete de la tarde, por ejemplo, la temperatura del cuerpo sube; a las nueve empezamos a segregar melatonina, la hormona que ayuda a conciliar el sueño; a las dos de la noche tenemos el sueño más profundo; a las nueve de la mañana, el nivel de testosterona más alto, y una hora después, a las diez, el estado máximo de despertar.
Sin embargo, a pesar de que los ciclos son estables y generales, el estado de vida actual tiende a olvidarlos. La competitividad, el estrés, la ansiedad o simplemente los horarios laborales hacen que a menudo nademos contra la corriente natural de nuestro organismo.
Las primeras horas del día producen más melanina que por la tarde, y por la noche detienen la producción. Si cambiamos nuestro horario, por ejemplo por un viaje al Caribe. Estas células siguen su ritmo habitual de producción de melanina, y tardan de cinco a diez días en cambiarlo, y adaptarse al nuevo horario. Es lo mismo que sucede con el jet lag, aunque todavía falten unas horas para oscurecer, el ritmo circadiano del cerebro indica que ya es hora de que anochezca, y nos produce la somnolencia típica del atardecer.
El mantenimiento del orden temporal interno es imprescindible para la salud. Hace tiempo que se sabe que si se alteran los ritmos circadianos hay más predisposición a enfermar.
Cuando se rompen de manera sistemática las rutinas diarias, se altera el metabolismo. La causa principal de estas alteraciones rítmicas son los cambios de horario. Pueden aparecer alteraciones metabólicas que alteren los ritmos menstruales en las mujeres, incrementen el riesgo a sufrir hipertensión o el nivel de colesterol en sangre, e incluso favorecer la diabetes, la obesidad y las enfermedades cardíacas.
Nuestro cuerpo está preparado para generar y mantener ritmos circadianos de manera estable. Ahora bien, a veces nuestra propia manera de actuar, nuestra conducta, horarios o hábitos que tengamos, podemos dificultar unos horarios regulares. Entonces, lo mejor que podemos hacer es reflexionar sobre la conducta que tenemos y quizás así ayudaremos a nuestro cuerpo a resincronizar.
No hay duda, nuestra salud depende de los ritmos estables.

(*) Farmacéutica

 

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