Verónica Monsonís (*)
¿Os imagináis un mundo en el que tuviéramos ceguera mental?… Imaginemos por un momento que vivimos en una sociedad en la que no entendamos las normas sociales, ni tengamos en cuenta al resto de personas, no seamos capaces de ponernos en el lugar de los demás, ni nos interese el mundo que nos rodea, no nos cree interés alguno nada que no nos guste a nosotros… Imaginemos un lugar en el universo en donde no entendamos el porqué de saludar, despedirse, mantener conversaciones, no comprendamos las ironías de los mensajes, ni las bromas,… ¿Es difícil, verdad?
¿Qué consecuencias tendría tales comportamientos? Podríamos hablar de aislamiento social, desorientación, incomprensión, problemas sociales… Seguramente nos catalogarían como «raros» o diferentes.
Todo esto que arriba describo, es característico (junto a otras conductas) del Síndrome de Asperger. Un síndrome aún relativamente joven y desconocido para la mayoría de las personas.
Desde el punto de vista de la educación, un entrenamiento en habilidades sociales y de integración en la sociedad, es una herramienta básica para los niños y mayores que sufren este trastorno, pues se trata de intentar que el mundo que les rodea no les resulte tan difícil de comprender o interpretar.
El pasado jueves tuve la oportunidad de compartir parte de mi tiempo con unas personitas que nunca dejan de sorprenderme… Esos niños tan sensibles, amables, cariñosos y conscientes de la realidad que les rodea… Gracias a una mama luchadora incansable, que se ha planteado que su hijo es como los demás. Tanto es así, que aunque su hijo muestra características típicas del Asperger, en la actualidad, es capaz de llevar una vida casi normal.
Ahora trabajamos para que este niño, pueda desenvolverse socialmente sin problemas y sea capaz de, finalmente, ser como muchos de sus compañeros de clase.
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