Las bailarinas irrumpen en el escenario de puntillas avanzando como seres ingrávidos moviéndose al compás de la música. Siempre he admirado ese deslizarse por el entarimado como seres que apenas pesan como si fueran esos plumones blancos y menudos que sueltan las palomas sobre la tierra. Se mueven casi sin hacer ruidoni alborotar y su presencia casi pasa desapercibida entre los mortales. Hay muchas personas que tienen esa impronta en su vida. Tienen fuerza y vitalidad pero no se notan frente a otros que sin talentos, y sin apenas nada que ofrecer a la sociedad intentan aparentar todo un sin fin de cosas que luego se esfuman, porque detrás no hay nada.
El pasado 27 de septiembre, Salomé Rodríguez presentó en Jávea su libro recopilatorio de los 25 años del estudio de danza que ella dirige. Y lo hizo, como es ella, de una forma íntima y entre amigos. Cuando se repasa la historia de los 25 años se detecta que detrás hay otros muchos años de formación y de preparación, porque sin esa formación los 25 años del estudio de danza no hubieran sido posibles.
El libro recoge con detalle los eventos que la profesora de danza, directora del Estudio de su nombre y coreógrafa ha tenido en estos 25 años con otros de su etapa de formación, eventos en los que ha participado y sus alumnos han mostrado lo que con ella han aprendido, actuaciones unas veces benéficas y otras de exhibición para sus alumnos y alumnas. También recoge el libro los cursos, que de forma puntual otros bailarines han dado en su estudio para enriquecer el acervo cultural de sus pupilos y como su influjo en estos los ha hecho mejores. Jávea se ha enriquecido de la presencia de la canadiense Anik Dorion Coupal, de Clara Barberá del EnglishNational Ballet, de Arianne Lafita González del ballet nacional de Cuba y otros, pero es interesante la confluencia de su arte pictórico con la danza en aquella exposición sobre ‘Danza y pintura en movimiento’ que tuvo lugar en abril de 2002 y que hizo que los cuadros de Horacia Leal cobraran vida.
Pero tras esta presencia de color y arte hay que ver en Salomé Rodríguez otras facetas que la hacen excepcional. Una persona puede ser un buen profesor de danza, pero un mal gestor, organizador o creativo. Puede que el dirigir un estudio de danza le venga grande a una persona. Creo que en Salomé Rodríguez confluyen muchas de estas facetas. Su papel de directora del estudio de danza le obligan a hacer (y lo hace bien) coreografías, diseñar vestuario y decorados, buscar actuaciones para que sus alumnos muestren sus habilidades pero también ofrecerse para actos benéficos con los que ayudar a entidades como UNICEF, Cruz Roja, Asociación contra el Cáncer, Asociación de Jubilados ‘Amanecer’ de Jávea, para los damnificados de Haití, Galas del deporte…
La danza es una actividad que hay que mostrar. Los alumnos y alumnas que acuden a un estudio de danza quieren en un momento de su periodo de aprendizaje mostrar lo que han prendido. Y eso es algo que los profesores de danza muestran cada año en galas de fin de curso donde sus alumnos alcanzan su deseo e ilusiones de mostrar sus avances en este arte antiguo y también clásico. Tengo nietas que en los momentos anteriores están hechas un manojo de nervios, pero cuando han actuado su cara refleja una carga de felicidad. Creo que las profesoras como Salomé Rodríguez, también en esos momentos de preludio están con los nervios a flor de piel y sólo esperan a que termine todo para poder distenderse y relajarse y al mismo tiempo llenarse de felicidad y de endorfinas que les alimentan para continuar adelante. Cuando ven la cara de felicidad y paz de una alumna, seguro que se sienten pagadas con ello y si son muchas las alumnas, más pagadas.
Gracias, Salomé, por esta confirmación de tu trabajo y porque has dejado para el futuro una huella escrita de tu arte acompañada de fotografías en el tiempo de esos 25 años que son mucho en tu vida y en la de Jávea.