Comerciantes, viajeros y peregrinos se hospedaron en los fanadiq de una ciudad próspera y de ubicación estratégica
Dénia es la ciudad con más alhóndigas de época andalusí documentadas
Ciudad de acogida, hogar de sabios, intelectuales y eruditos, con un puerto de intensa actividad comercial y una situación estratégica, Dénia ha sido lugar de paso y de negocio para viajeros y mercaderes durante siglos. Lo fue también en tiempos de Al Andalus, cuando florecieron en ella un buen número de alhóndigas o casas destinadas al hospedaje de quienes se dedicaban al comercio. Goza en su haber de ser el lugar donde más fanadiq u hospederías de época andalusí se han documentado. Hasta el momento son nueve pero se cree que, como en otras ciudades medianas del tamaño de Daniya, pudo haber hasta un centenar, indica el arqueólogo Josep Antoni Gisbert. Cercanos al puerto, los fanadiq hospedaron también a viajeros que se embarcaban rumbo a la Meca y probablemente, según se desprende de las fuentes escritas, en alguna ocasión pudieron ser utilizados como casa de citas. Su puesta en valor es una asignatura pendiente, una más de las muchas que se ciñen sobre el maltrecho patrimonio de la ciudad.
Los fanadiq que se conocen en Dénia fueron construidos entre el siglo XI, en tiempos de la taifa, y el primer tercio del siglo XIII, la época de la conquista. Hasta el año 2020 se tenía constancia de 7 funduq (su nombre en singular). Posteriormente, hasta 2023, se han documentado otros dos: uno en un solar de la calle Manuel Muñoz (junto al Primer Grup de Mariners) y otro en una promoción urbanística del Camí dels Lladres. El primero estaría situado en el interior del recinto amurallado del arrabal islámico y el segundo en el exterior, el arrabal.
Josep A. Gisbert conoce bien cómo fueron documentados aquellos primeros edificios singulares que dieron cobijo a comerciantes, viajeros y familias que se encontraban de peregrinaje. Han sido objeto de varias ponencias y artículos e incluso de proyectos de musealización que, lamentablemente, no se han hecho realidad y aguardan, junto a otros muchos, en el cajón de tareas pendientes. Sirvan de ejemplo la Faroleta y el funduq vecino, estrangulados ambos entre edificios y ajenos al disfrute de la ciudadanía en general, o la fábrica de gas, cuyo estado es simple y llanamente vergonzoso.

Uno de los funduq más importantes es el situado bajo el edificio del colegio de los Hermanos Maristas. Las excavaciones arqueológicas se realizaron ente los años 1997 y 1998 y poco después, en 2002, se presentaba ya en Barcelona una propuesta para su musealización. Los restos arqueológicos se conservaron in situ en el sótano del entonces nuevo edificio del centro con el propósito de que pudiesen ser puestos en valor y visitados por el público. Aguardan desde entonces a que se cumpla lo que en su día se acordó y se anunció a bombo y platillo.
El funduq de los Maristas -situado en la esquina de la calle Magallanes con Cándida Carbonell- estaba ubicado en el interior de la medina primigenia, justo en el linde de la zona de expansión posterior de la ciudad. Durante las excavaciones se documentó el 50% del edificio y se pudo hacer una reconstrucción de su planta, que sería rectangular y ocuparía una superficie de 459 m2. A escasos metros de allí, durante la remodelación de la Plaça de Sant Antoni se documentaron los restos de un hammam (baños) con dos grandes salas, piscina y elementos marmóreos. Los baños estarían por lo tanto cerca de la hospedería y de una de las puertas de la medina – la que daba acceso desde el mar-, como ocurre en otras ciudades andalusís.

Destino, Alejandría
Los fanadiq podían albergar a un número mayor o menor de huéspedes. Los más grandes tienen entre 400 y 500 metros y los más pequeños, entre algo menos de 200 y 250. Explica Josep A. Gisbert que sus características son distintas a las de una casa. Siempre tienen cuatro nevadas que conectan con el patio y las habitaciones son, por lo general, todas regulares, del mismo tamaño. Hay excepciones, como el documentado en el Camí dels Lladres, donde al parecer el huésped podía elegir entre una estancia de tamaño normal o una ‘suite’ o habitación doble. Es la alhóndiga más antigua de la época y dataría de alrededor del año 1040.
Aunque hay algunos fanadiq datados en la medina en el siglo XI, precisa el arqueólogo, la mayoría pertenecen a los siglos XII y XIII. Son “instalaciones absolutamente vinculadas al puerto”, añade, y por ello se ubican en la parte de la medina o del arrabal más cercana a la muralla del frente marítimo.
Por su superficie y características, los pequeños (como los documentados en Marqués de Campo) no alojaban mercancías. Normalmente eran edificios de dos plantas, en la superior dormía la persona que alquilaba la estancia y en la inferior se colocaba la mercancía o el equipaje. Las habitaciones tenían entre 3,5 y 4 metros.
Para guardar los productos comerciales que no cupiesen en el funduq, algunos tenían almacenes asociados e incluso caballerizas, como se cree que tuvo el documentado en 2023 en el Camí dels Lladres.
Pero no solo eran utilizados por mercaderes. Gisbert recurre a una fuente árabe, la Takmila de Ibn al-Abbar, erudito, poeta y político que vivió entre la segunda mitad del s. XII y la primera del XIII, para dar cuenta de ello. Hombre de letra -escribió miles de folios y es fuente indispensable para conocer la historia de Al Andalus-, hacia 1220 fue cadí de Dénia, en cuyos maqâbir (plural de maqbara, cementerio)intentó localizar a alguno de los sabios e intelectuales que vivieron y fueron enterrados en la ciudad. Pero no solo eso. Sus textos proporcionan mucha información sobre viajeros que pasan por Dénia.

Foramur, Magallanes, Marqués de Campo, Pintor Llorens y Joan Fuster.
Relata Josep A. Gisbert el caso de un musulmán que en 1133 viaja de Dénia a Alejandría haciendo escala en Almería. Se desconoce el motivo por el que no hizo el viaje directo, cuando la singladura mediterránea utilizada durante el siglo XI básicamente y en el XII era esa. Sí viajó directamente hasta tierras argelinas en 1149 otro musulmán que se hizo a la mar en el puerto de Dénia con una embarcación cristiana. Navegó hasta Bugía, en la frontera entre Argelia y Túnez, y de allí seguiría el viaje hasta La Meca.
Lo que narra Ibn al-Abbar evidencia que eran muchos los viajeros que pasaban por Dénia, donde embarcaban o desembarcaban, y que requerían de un alojamiento. Era necesaria por tanto una infraestructura de hostales como la que hubo también a principios del siglo XX en la ciudad, recuerda Gisbert: fondas para los productores y los viajeros que comerciaban con la pasa.
En tiempos de Al Andalus la actividad comercial, sobre la que escribe el arqueólogo en varios artículos en la revista digital eHumanista/IVITRA, publicada en California, se plasma en esos fanadiq -a los que recientemente ha dedicado un artículo en la misma publicación- y también en los zocos. La relación de estos últimos con las hospederías es más que evidente y su localización en Daniya es objeto de estudio. La figura del ‘wali al-suq’, un funcionario al que se refieren las fuentes escritas, da cuenta de ello. Era el encargado de controlar el mercado y hacer cumplir una serie de normas urbanísticas, como que ningún comercio invadiese los viales públicos e impidiese el paso de los viandantes. “En Al Andalus, primero era la urbanidad”, matiza el arqueólogo.
Desde lugares como Portugal, Badajoz o Zaragoza llegaban a Dénia peregrinos y familias enteras para viajar a La Meca, embarcando desde el puerto rumbo a Alejandría. Ibn al-Abbar narra el caso de un señor de la dinastía tuchibí que encargó la construcción de un barco en las atarazanas de Dénia, de época califal, para hacer la peregrinación en compañía de su séquito y naufragó en el intento.
Como él, muchos de aquellos peregrinos que quisieron cumplir con el precepto coránico de viajar al menos una vez en la vida a la ciudad de La Meca y optaron por embarcar en el puerto Dénia se quedarían en los fanadiq de la ciudad. Eso sí, como el viaje era muy arriesgado, era frecuente que antes hiciesen testamento.

* “En el año 1028 (419) el señor tuchibí de Aragó, Muhammad Ibn Ahmad Ibn Ṣumādiḥ, cuyo hijo, Ma’n, había de convertirse en príncipe independiente de Almería, y que había sido el mismo gobernador de Huesca, hizo construir en Dénia, con el propósito de hacer la peregrinación, un sólido bajel, que armó y equipó con todo cuidado, y en él se embarcó con muy buen tiempo, acompañado de numeroso séquito; pero una tempestad hizo muy pronto zozobrar al navío entre la costa levantina y la isla de Ibiza, y murió ahogado con la mayor parte de sus compañeros” (Noticia sobre el naufragio de la nave de Ibn Ṣumādiḥ, extraída por Lévi-Provençal de la Takmila de Ibn al-Abbār)