Hay personas que, por lo que sea, mantienen una relación muy estrecha con los animales y les llega tan adentro que les cambia la vida por completo y les mejora la salud. La equinoterapia es un ejemplo de los beneficios que los equinos proporcionan a sus “pacientes”, por llamarlos de algún modo. Se trata de una disciplina empleada por profesionales de la salud física o mental, con el objetivo de promover la rehabilitación de niños, adolescentes y adultos a nivel neuromuscular, psicológico, cognitivo y social. De hecho, la medicina ha demostrado que la terapia con caballos favorece la calidad de vida de muchas personas.
La equinoterapia ha constatado mejoras en el desarrollo de habilidades motoras, en el tono muscular, en la postura, en la conducta y en el ajuste emocional. Los expertos aseguran que el movimiento que presenta el caballo es muy similar al patrón fisiológico de la marcha humana. Por esta razón es capaz de ayudar en el tratamiento de numerosas patologías cuando estas terapias se llevan a cabo a través de profesionales cualificados. Una terapia que contempla diversos tratamientos destinados a personas con ciertas discapacidades sensoriales, autismo, parálisis cerebral, síndrome de Down, esclerosis múltiple, parkinson, etc.
Hemos recabado la opinión de un experto, Vicente Bolufer, gerente del Club Hípic Benissa, que ha trabajado durante muchos años con el alumnado de dos colegios de educación especial, el Gargasindi de Calp y el Miguel Hernández de Benidorm. La hipoterapia, comenta, está basada en el movimiento del equino y se realiza a lomos del caballo o a su lado. Se basa en aspectos como la transmisión del calor corporal del cuerpo del animal a la persona y genera estímulos en el enfermo que le permiten mejorar la coordinación y el equilibrio. Por otra parte está la equitación terapéutica para los problemas de aprendizaje y adaptación. Esta técnica estimula la afectividad y los sentidos y centra su atención en el contacto con el caballo y la motivación que este genera. El paciente asume el papel de responsable de los distintos cuidados que necesita el equino.
Bolufer apunta que “un niño en silla de ruedas reacciona cuando ve el mundo desde arriba, a lomos del caballo, y eso le hace sentir bien”. “Los animales”, añade, “les transmiten calma, tranquilidad y ellos se sienten protagonistas cuando los cepillan, pasean o galopan”. No todos los caballos valen para estas terapias “porque no pueden hacerlas con un animal nervioso. Al contrario, deben de ser dóciles”, advierte. En su caso, dos yeguas, Cariñosa y Elegancia, han sido las preferidas para este tipo de menesteres.
Otra técnica es el volteo terapéutico, que tiene en cuenta sus efectos no solo fisioterapéuticos sino también psicopedagógicos. El paciente monta al caballo únicamente sobre una manta para de esta forma poder realizar movimientos sobre su dorso. Y está también la equinoterapia social, que aprovecha el vínculo afectivo que el humano establece con el caballo. La relación que se origina permite superar los conflictos de adaptación a la sociedad en la que vive.
Bolufer asegura que “los beneficios son muy grandes. Hemos tenido casos de chicos que no saben el día en el que están pero, sin embargo, tienen en la mente el día en que montarán a caballo. El día antes ya están nerviosos, según nos dicen los padres”. Recuerda un caso de un niño con parálisis cerebral que aprovechó al máximo este tipo de terapia y llegó a competir en un concurso de doma clásica paraecuestre, es decir, adaptada.
La doma es una de las especialidades del Club Hípic Benissa y, de hecho, ha conseguido premios a nivel nacional. Bolufer resume con una frase la razón de esta disciplina: “al caballo no se le vence sino que se le convence”. Se puede decir más alto pero no más claro.
Seguro que hay gente que no crea en este tipo de terapias. No es cuestión de creer o no creer sino de ver la cara de los chavales cuando están con los caballos. “Algo bueno tiene porque están felices”, según la experiencia de Bolufer.