Madre mía…¡Cuánto chorizo!

Guillermo_Ares_OpinionDesde ex ministros hasta chóferes particulares y de los otros, alcaldes, presidentes de Comunidades, directores de cajas o bancos, desde el gobierno central hasta los más pequeños rincones de la la geografía política de nuestra España, estamos rodeados de chorizos.

No sé si prohibir a los jóvenes que vean las noticias, porque me quedo sin autoridad moral para exigirles honestidad y profesionalidad.

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Por todas partes la corrupción, la codicia, el poder, hacen estragos mostrando el lado más turbio de las miserias humanas.

Si tienen mucho, casi todo, la ambición puede con ellos en busca de más, si tienen poco, su afán de volar alto, todos tienen una excusa para justificar sus fechorías.

Lo malo, lo peor, es que muchos son indultados o la justicia se ablanda por razones inexplicables, otros disfrutan privilegios insólitos si comparamos sus delitos con los de un desconocido que cae en un robo menor para sobrevivir literalmente durmiendo en la calle.

La vergüenza es que haya tanto chorizo en puestos públicos y puedan forrarse impunemente arropados por quienes les rodean, que no por robar menos serán menos chorizos.

La vergüenza es que no hayamos podido educarles inculcándoles la ética, el honor y la honestidad.

Por mucho que lo intentemos, no podemos fiarnos de quienes manejan los hilos de esta marioneta, son demasiadas las tentaciones.

Lo peor pudiera ser que muchos de quienes aspiran a estos cargos, no lo hacen por convicción ni vocación sino porque es un camino claro y seguro hacia una vida cómoda con muchísimas posibilidades de conseguir en poco tiempo pequeñas o grandes fortunas y una pensión vitalicia mucho más sustanciosa que en cualquier otra actividad.

Ahora bien, algo que debe saber todo funcionario y quienes de un modo u otro trabajan para el Estado o en cargos públicos, esos que no son privados, es que los demás ciudadanos somos quienes ponemos el dinero que ellos manejan y los salarios que cobran.

Son actividades que «sirven» al resto de la sociedad, razón que no les da permiso para sentirse superiores, porque además, no lo son ni tampoco les hace intocables.

Es una vergüenza reconocer que no estamos tranquilos, que no confiamos en esas personas que deberían ser un ejemplo intachable de honestidad.

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