
Ni una gota de viento, el Mediterráneo parece un plato de sopa fría, ni una ola.
Dos necesidades básicas me invaden a la vez, hablar por teléfono (por aquello de no hablarme encima) y beber algo porque una sed inmensa me cierra la garganta.
Me incorporo y para mi asombro, no hay un solo chiringuito o bar a no ser que cruce la calle, tampoco hay ni uno de esos WC portátiles que en algunas playas son permanentes y que, dicho sea de paso, están en perfectas condiciones de uso a pesar de la hora avanzada del día y la cantidad de gente que hay en la playa.
¿Será que los muy guarros hacen pis y caca en el mar?
El caso es que según la playa, el Ayuntamiento o los turistas, encontraremos mejor o peor infraestructura y servicios para el público usuario.
El domingo pasado, el de Semana Santa, por un momento pensé que en una playa la concejal de Turismo Urbanismo Playas y Arenas se había vuelto loca, porque hasta había un magnífico equipo de sonido del que salía una fantástica lista de buenísimos temas que alegraban el día de sol y playa.
Pero no, no era lo que yo pensaba, nadie creyó oportuno semejante disparate, sólo fue por un par de días de fiestas que volveremos a disfrutar el próximo año.
Algunas playas de nuestra Comunidad tienen un chiringuito cada ochenta metros, junto a él un WC casi siempre impecable, eso sí, no pidas un cortado porque no hay leche.
Pero bebidas y patatas fritas a precio muy razonable, sí.
Otras, te puedes morir de asco, entre sucias, desangeladas y desprovistas de cualquier servicio.
Algunas de nuestras ciudadelas enclavadas sobre el mar viven de espaldas a él, enormes espacios vacíos que podrían llenarse de vida con terracitas desde donde se vea el mar y no un muro de piedra sucio y opaco que no deja ver nada.
No sé las excusas para no tener la iniciativa de dar unas licencias que seguro tienen una docena de pretendientes por playa y que ayudarían a reponer las arcas de los Ayuntamientos además de apoyar al turismo que tanta falta nos hace y que se va a otros destinos donde son mejor recibidos.
Ojo chicos y chicas, que se viene el verano y otra vez no hay alegría en la oferta del único producto local que tenemos.
Ya ni hablar de mercadillos y rastros…¡Qué pena…! ¡Cuánta falta de ganas de hacer cosas y cuánta gente capaz en las listas del paro.







