Allá por el año 1960 en mi país (Argentina), ejemplo clarísimo del paso de la Democracia por el Arco de Triunfo, estudiábamos una asignatura llamada «Educación Democrática» en la que se nos decía qué es la Democracia creándonos una confusión mayúscula al salir de clase y encontrarnos con la realidad de la calle.
La definición de Democracia es: «…nuestra libertad termina donde empiezan los derechos de los demás…». 
¿Se imaginan?
Eso no existe ni en Disneylandia.
La tan desconocida «empatía» que muchos ni siquiera saben qué es ni para qué sirve, va de la mano de la Democracia.
Hay situaciones que se contradicen en sí mismas dentro de un país que se dice demócrata, un Jefe de Estado no puede ser el máximo cargo de las Fuerzas Armadas (sí puede…), porque dicho y visto así, tiene la sartén por el mango del Estado y de las Fuerzas, no suena nada bien.
Si a eso añadimos que es invulnerable, ya se resquebrajó la igualdad ante la Ley.
Supongamos, sólo supongamos en un derroche de imaginación de ciencia ficción que un Rey invulnerable cuando deja su reinado se destapan una serie de chanchullos ilegales, prevaricación, abuso de poder y autoridad y alguna otra cosilla como cuentas en bancos de paraísos fiscales o cosas por el estilo.
¿Llegaría la Ley a tiempo para ponerlo en la cárcel antes que se lo declare una vez más «casi» inviolable porque sólo podría ser juzgado por el Tribunal Supremo?
Imposible, los delitos menores se resuelven en pocos días, los otros…pasan años y siempre hay un «pero»…
Las cárceles están llenas de delincuentes de poca monta, pocos son los alcaldes, artistas, deportistas, políticos varios, presidentes o reyes que hayan pisado o estén pisando las cárceles del mundo.
¿Todos buena gente? Seguramente, pero con blindajes, no sea cosa que…
En el siglo de los nombres novedosos, pongamos uno nuevo a este viejo sistema mal llamado Democracia, en el que «las libertades pisotean los derechos de los demás».
