El escándalo de Rodrigo Rato es tal que ha conseguido que este servidor de la crítica vuelva a hablar de estas cosas.
Es indecente y de aquí hacia arriba y abajo, todos los calificativos descalificativos que se nos ocurran serán pocos para definir el caso Rato y todo lo que le rodea.
Durante años Rato fue defendido por sus bandoleros y acólitos, él mismo hizo declaraciones repudiando a quienes hacían lo que hoy sabemos que él también estaba haciendo, presuntamente.
Ahora es el momento de preguntarnos si quienes como él niegan y repudian no son otros hipócritas que nos están engañando como parece que lo hizo Rato.
Lo malo es que al señor Rajoy no se le puede acusar de nada, investigar de nada, imputar de nada porque tiene blindaje contra estas cosas, porque una absurda ley lo ampara.
¿Y si del mismo modo que el honorable Bárcenas, el más honorable Pujol y tantos otros como el propio Rato, los reyes, ministros, presidente de gobierno, vice… también estuviesen pringados hasta la nuca?
Parece hasta lógico, resulta que todas las tramas están precisamente entramadas, por eso se llaman así, lo que no parece tan lógico es que precisamente quienes no pueden ser investigados sean los que debemos aceptar como inocentes criaturas que vivieron todos estos años en el limbo de sus honestidades.
Si así fuese, todo es posible aunque razonablemente dudoso, un presidente, su vice, ministros y la larga lista del entorno no pueden alegar desconocimiento de semejantes tramas porque entonces se autoproclaman inútiles para desempeñar sus cargos.
El jefe que no sabe qué hacen sus empleados no es un buen jefe.
Por esta y muchas cosas más, creo que habría que institucionalizar la presunción de culpable, abolir el disparate de aforar a nadie, porque si hay aforados no somos iguales ante la ley, aunque según se diga y se lea, parezca que sí.