La parte blanda de la respuesta es porque somos un pueblo pacífico, cómodo y civilizado, la otra parte es:
Un pueblo sale a la calle a comerse a los políticos cuando tiene hambre, mientras haya un abuelo que cobre una ridícula pensión y en casa siempre haya algo para comer, esperaremos a ver si la cosa cambia a mejor.
Una formación cuidada y de calidad nos hace pensar en el verdadero sentido de la Democracia, sabemos que se debe luchar en las urnas y nos permite apañarnos aunque tengamos que servir mesas con varios títulos colgados en el armario.
Poca o ninguna formación no nos deja pensar, muchísimo menos en valores patrióticos y revolucionarios, para eso hay que estar formados e informados.
La cobardía o el egoísmo nos puede llevar a pensar que otros ya se ocuparán de salir a la calle, es más cómodo, sin ninguna duda.
En poblaciones pequeñas, donde todos nos conocemos, no podemos salir a la calle pidiendo la cabeza del padrino de nuestro hijo el pequeño o de la vecina del tercero o de alguno que es pariente más o menos directo.
Así las cosas, quienes gobiernan ayudan a los bancos de alimentos y a organizaciones que se dedican a repartir esos alimentos, de ese modo, se aseguran que el pueblo mísero no pase hambre y, sin hambre no hay protestas.
¿Dónde están los cantautores revolucionarios? Aquellos poetas que lucharon con sus plumas o a golpe de teclados de máquinas de escribir, los de guitarra a cuestas hablando al pueblo para que se movilice en escenarios trasnochados, radio, discos, televisión hasta que los desterraban por sus ideas protestonas anti-sistema.
Por tanto, la causa de soportar un gobierno que nos lleva a donde le da la gana está repartida entre varias partes: la falta de formación, la pereza, el egoísmo, la cobardía, la falta de poetas, la falta de hambre de verdad y la demasiada cercanía entre los vecinos y los políticos.
Ellos consiguen mantener estos listones en su justa medida para que el pueblo no se incendie y así seguir gobernando en un sistema democrático donde todos son unos capullos que hacen lo que los políticos quieren, con o sin consentimiento de las masas.