Me da mucha pena cuando leo los sueldazos de ministros y alcaldes y dos páginas más allá las cifras de parados, contratos basura que se utilizan para inflar las cifras de crecimiento económico que un pueblo llano y hundido no percibe en lo más mínimo.
Me siguen apenando las noticias que cuentan cómo quienes nada tenían que ocultar llenando sus bocas de patriotismo y honor algún desaprensivo puso en evidencia descubriendo, o sea, quitando la manta de mentiras que le cubría, más de un chanchullo al que se le quita importancia porque sólo fue un desliz de su cónyuge, unos cuantos cientos de miles dignos de mandarlos a la cárcel mientras un pobre infeliz se comerá seis años entre rejas por menos de cien euros tan culpables como los millones que están en paraísos fiscales pero con evidentes fallos en la forma de juzgar a unos y otros.
Sumo a mi pena ver cómo los ciudadanos de a pie creen saber más que nadie, las eternas charlas de café con más o menos cazalla y quintos, sólo charlas al fin que no mueven nada ni a nadie mientras los que están por coger las riendas del país se despistan buscando dramas en Sudamérica en un intento demagógico preocupándose por la casa del vecino sin ver la miseria en la suya.
Los ciudadanos siguen en el limbo, sus cerebros no parecen detectar el juego de la política, esa que lava cocos y hace ver aquello que no es en un duelo de gallos y gallitos revolucionando un gallinero.
¿Cómo era aquello de a gallinero revuelto ganancia de políticos?
Me apenan las fotos de las manifestaciones por las calles de Madrid aplaudiendo el dudoso éxito de un grupo de hombres en calzoncillos de dudosa cultura y compromiso social mientras en Francia o Venezuela la gente sale a las calles para defender ideas contra injusticias.
Otra vez las odiosas comparaciones, ahora poniéndonos a la altura del betún llenando portadas y telediarios con la imagen del más inmaduro de los presidentes bananeros.
¿Se imaginan? Yo no puedo imaginar que un país europeo, una potencia histórica, con un verdadero drama social en sus entrañas, se preocupe por algo que pasa en todo el Mundo en mayor o menor medida.
Me apena ver cómo la clase alta, los que tienen la sartén por el mango se cocinan entre ellos sus manjares mientras dejan deshidratados y anémicos a sus ciudadanos, esos que les votaron, esos que en definitiva son sus amos, sus jefes.
Algo que parece no se ha explicado bien sobre la Democracia es que el pueblo es el dueño del país, son los accionistas e inversores, los políticos y funcionarios sólo son empleados de esta gran empresa que fueron contratados para dirigirla, no para vaciarla.
Qué pena… ¿no?