En la portada del manual del profesional, de cualquier actividad, ya se explica que para serlo hay que estar muy bien informado antes de dar un paso.
Ante un auditorio de primer nivel en la cumbre mundial del turismo de compras, Manuela Carmena, ha protagonizado un momento sorprendente al referirse al presidente de El Corte Inglés, Dimas Gimeno, con términos ambiguos como «el anterior interviniente» hasta que, finalmente, ha reconocido que desconocía su nombre.
Manuela Carmena es la alcaldesa de Madrid, la cumbre era mundial y Dimas Gimeno puede ser un desconocido en mi casa y en la de muchos lectores, pero es el presidente de uno de los imperios más grandes del mundo nacido y gestionado desde la capital que ella dirige.
Una escena así, digna de acto de opereta de segundo orden, sólo se puede permitir en un entorno de ineptos para ocupar la silla donde ponen su trasero.
Ya no se trata de derechas o izquierdas, Google está lleno de horrores como este, de muestras diarias de incompetencia por no haber estudiado el guión aunque sea en el coche diez minutos antes.
Sí es evidente que por mucha buena voluntad que se tenga, gestionar una ciudad, sea del tamaño que sea, no es cuestión de deseos y tendencias sino de oficio y del bueno.
Lamentablemente estoy convencido que este desastre, que puso en ridículo a la alcaldesa y a aquello que representa delante del mundo mundial del comercio, no es el único ni será el último.
En este Planeta donde el «tú más» es la línea a seguir, no podemos estar permanentemente dando el espectáculo para comidilla de la oposición y de los países vecinos que esperan ansiosos estos horrores para evidenciar que España no es el sur de Europa sino el norte de África.
Lo malo es que ese rótulo, tan difícil de borrar, se afianza cada vez más gracias a la poca formación de quienes nos representan en cada uno de los escaparates al mundo.